Hay cosas que son difíciles de entender. Se confunde la amistad con los favores. No porque yo sea amigo tuyo debo faltar a mi palabra o anteponer un bien superior. Ni siquiera anteponer tu amistad a un bien personal o común. Nunca un pacto entre instituciones, partidos o empresas debe estar sometido a amistades o favores, porque lo verdaderamente importante es el bien de la persona o el bien común.
Ocurre que hay situaciones que no se comprenden, y el favor, la amistad impiden pactos y acuerdos que perjudican a otros o a colectivos y pueblos enteros. No hay madurez en aquellos que anteponen amistades a acuerdos de diversas índoles que benefician a otros. No son fiables esas personas, colectivos o partidos que obstaculizan acuerdos para el bien común por favores amistosos o de amistades. Eso no es serio y deja mucho que desear de los contratantes que rompen el acuerdo anteponiendo la amistad o beneficio del amigo.
Lamentablemente estas cosas suceden a lo largo y ancho del panorama nacional, europeo o universal, lo contemplamos con tristeza y pena. Se confunden los criterios. La amistad deja de ser amistad cuando se interpone en acuerdos y pactos que van en beneficios de los demás, porque eso descubre que lo importante no son los demás, sino tú (grupo o partido) y tus amigos. Dejas claro que lo prioritario no son los votantes o quienes te hayan puesto ahí, sino tus intereses de amistad y de favores.
Y ante esas amistades peligrosas todo un pueblo, colectivo y ciudadanos quedan postergados, despreciados y no tenidos en cuenta. Y, la paradoja, son los que los ponen ahí para representarlos. Ver para creer.
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