sábado, 31 de diciembre de 2022

FELIZ AÑO 2023

 .

PIDAMOS QUE ESTE AÑO SEA UN AÑO
DE CRECIMIENTO EN LA FE Y EN EL
COMPROMISO DE CONSTRUIR UN
MUNDO MEJOR.
CON ESOS DESEOS
FELIZ 2023


miércoles, 28 de diciembre de 2022

¿QUÉ BUSCAS? ¿LO SABES”

 
Es evidente que el hombre busca la felicidad. El hombre y cualquier otro animal que acampe en este mundo. Todos nos movemos en buscar situaciones de confort y bienestar. Unos según sus instintos determinados y otros con voluntad y libertad para determinar y encauzar sus instintos y satisfacciones.

Desde este enunciado podemos de nuevo afirmar que el hombre busca ser feliz. Ser feliz que se concreta en tener salud, satisfacer todas sus necesidades materiales y espirituales y sentirse plenamente realizado. De modo que teniendo todas sus necesidades satisfechas, su felicidad no queda plena si no está en paz y siente haberse realizados plenamente.

Experimentamos que el hombre busca algo más que la simple satisfacción. Dentro de sí mismo hay un deseo de eternidad y experimenta que en este mundo eso no lo podrá realizar. Vivir pues amargado o resignado a morir y a dejar todas sus esperanzas insatisfechas e irrealizadas.

¿Qué hacer, Resignarse o buscar, llamar y tocar? Esa es la cuestión. Y el único camino es creer en Aquel que responde a tus inquietudes y esperanzas y te ofrece ese Camino, Verdad y Vida. Porque todas tus esperanzas están y responden a sus promesas y a su amor incondicional y misericordioso. Co viene conocerle, escucharle – Evangelio – y encontrarle. Porque no está muerto, vive y camina a tu lado. Te habla y escucha y responde a tus preguntas y deseos porque quiere satisfacerte, salvarte y hacerte feliz. Exactamente lo que tú buscas.

Vale la pena escucharle y experimentar su presencia. Está a tu lado y te escucha. ¡háblale y espera su respuesta. Ten paciencia, Él sabe cuándo, dónde y cómo responderte. Confía y ten paciencia. Te por seguro que busca lo mejor para ti: tu felicidad eterna.

viernes, 23 de diciembre de 2022

¿DE QUÉ SE TRATA?

Es evidente que quien está comprometido se siente llamado a hacer obras. No es la fe la que nos salva sino la expresión de esa fe. Es decir, las obras. Por consiguiente, si no hago obras, ¿cómo manifiesto y transmito me fe? Santiago llegó a decir: Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras – Santiago 2, 17-22 – lo cual viene a decirnos que una fe sin obras es una fe muerta.

Pero ¡mucho cuidado!, porque ese anhelo de hacer y hacer nos puede llevar también al no hacer. La experiencia nos dice que tenemos unas cualidades y una medida para hacer y, en esa medida, manifestar y transmitir nuestra fe. Nuestro Señor no necesita de nuestro concurso. Si lo ha querido así es por propia Voluntad y para hacernos partícipe de nuestra salvación. Quiere nuestra colaboración pero en la medida que Él lo ha dispuesto y nos ha dotado para ello.

De modo que, si haces y no puedes más no desesperes. Él te ve y sabe de tu entrega y disponibilidad. Son momentos de mirar a la Madre, nuestra Señora. Mira su humildad, su impotencia y su disponibilidad poniéndose en manos del Dios que la eligió para ser Madre de su Hijo. Todo está y depende del Señor. Él sabe hasta qué punto podemos esforzarnos y hacer. Todo lo demás dependerá de Él que es quien sabe hacer y lo puede todo.

Por tanto, se trata de estar disponible, como María, la Madre que nos enseña, y atentos a la escucha y la Palabra de Dios. Y humildemente dejar que el Espíritu Santo actúe en nosotros y vaya haciendo esas obras en las que Dios Padre quiere que colaboremos. Y, en consecuencia, daremos testimonio de nuestra fe con las obras que el Señor ha dispuesto en nosotros.

sábado, 17 de diciembre de 2022

SOLO ES CUESTIÓN DE CREER Y PONERTE EN CAMINO

Si crees, evidentemente te pondrás en camino. La prueba de que crees es que caminas. Al contrario, si no caminas, ¿cómo dices que creer? La fe no se puede esconder, exige verse y se ve en la medida que se manifiesta en actos concretos. Al caminar vas dejando rastros de tu fe, y ya no necesitas decirlo porque la están viendo.

Cuando se enciende la fe dentro de ti, en tu corazón, la inquietud se levanta y camina, busca y llama. Y, Jesús, el Señor, sale a tu encuentro. Mejor, se presenta porque Él siempre está y solo esperaba tu apertura. En el momento que abres la puerta de tu corazón, porque se te ha dado esa libertad, el Espíritu de Dios mora en ti y, con tu permiso, actúa y te orienta hacia el camino de conversión.

Su vida, aparte de darla a conocer el Espíritu Santo, está escrita en los Evangelios. Leyéndolos descubrirás donde y como está Jesús respecto a ti y como actúa respondiendo a tu permiso. Como podrás suponer todo depende de ti en principio porque así lo ha querido Dios. Pero, luego, todo dependerá de Dios que irá moldeando tu corazón y transformándolo en uno nuevo. Todo es cuestión de creer y ponerte en camino.

Tienes muchos ejemplos. Dos de ellos están claramente señalados en este periodo de Adviento. José y María son dos luces y testimonios que nos alumbras el cómo y dónde encontramos al Señor. Primero, estar disponible y abiertos a su Palabra; segundo, dejarse interpelar, escuchar y obedecer. Confiar que lo que nos dice el Señor es lo mejor y lo que realmente nos conviene. Tú tienes la palabra.

viernes, 9 de diciembre de 2022

¿EN QUÉ CONSISTE SEGUIR A JESÚS? O ¿QUÉ SIGNIFICA SER CRISTIANO?

—¿Eres cristiano? —preguntó Manuel.

—Sí, — respondió rotundamente Pedro. Lo soy y a mucha honra.

—Y, supongo, ¿anuncias la Buena Noticia?

—¿Qué buena noticia? —respondió Pedro algo extrañado. Miró hacia los lados buscando alguna respuesta pero no supo que decir.

—Entonces no eres cristiano. Podrás estar bautizado, pero tu actuar no es de cristiano. Un cristiano anuncia la Buena Noticia, la Noticia de la Salvación. Estamos salvados por la muerte y Resurrección de Xto. Jesús.

—¡Hombre, eso lo sé y lo creo! —respondió Pedro.

—Pero, si no lo proclamas y vives, —¿qué cristiano eres?


El Evangelio de hoy viernes viene muy bien para reflexionar sobre este particular. ¿Somos nosotros impedimentos para que otros puedan abrir sus corazones y crecer en actitud de fe y esperanza? ¿Pretendemos crear círculos que impidan a otros expresarse tal y como experimentan la presencia de Dios entre los hombres?

 Jesús viene a hablar de todo y con todos. Escucha, habla, discute y toca todo tema que le traen. Busca la verdad y la justicia y trata con los más afectado por esa verdad y justicia. Y canta las cuarenta a todos aquellos que la falsean y la esconden en la mentira e injusticia. Ese es el Jesús que sigo y que anuncio. Un Jesús que proclama la Verdad y la Justicia por Amor. Un Amor Misericordioso.

Porque, cuando se habla en la verdad buscando el bien y la justicia, se está orando, se está abrazando y se está en verdadera comunión con Jesús y con su Santísima Madre, su primera discípula, alrededor de la que nació la Iglesia. ¿Acaso María no hizo y quería lo mismo que su Hijo?

 Porque, hablar de Jesús es hablar de la defensa del maltratado, del explotado y del indefenso. Y, en consecuencia, señalar y denunciar al aprovechado, al mentiroso y al que busca y hace el mal, sobre todo al más débil e indefenso. Conviene recordar: Mt 21. 24-27: «No todo el que me dice “Señor, Señor” entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos». Y no olvidemos que Jesús puso de ejemplo a su Madre, porque ella cumple en cada instante de su vida la Voluntad de Dios.  Así que también nos conviene mucho mirar para María, nuestra Madre.

También conviene preguntarnos ¿cuál es la Voluntad del Padre? Es obvio que una actitud activa en defensa del necesitado, gratuita y por amor, debe estar apoyada y cimentada en la oración y en el apoyo en el Espíritu Santo. De otro modo no se podría sostener ni encubrir. Porque, siempre, la verdad emerge y la luz deja todo a la vista.

miércoles, 7 de diciembre de 2022

GANARÁS TU PAN CON EL SUDOR DE TU FRENTE.

Todos estamos obligados, es Palabra de Dios – Génesis 3,19 – y por tanto derecho natural, a ganarnos el pan con el sudor de nuestra fuente. Es evidente que todos queremos y necesitamos trabajar para ganarnos el pan nuestro de cada día y el de nuestros hijos.  Necesitamos trabajar y, en consecuencia, nace y viene con cada persona su derecho al trabajo.

Y, por la Gracia de Dios, hay trabajo, aunque muchos se empeñen en ser administradores a sus antojos de ese derecho al trabajo. Pero, también ocurre que muchos tratan de vivir sin trabajar. Eso significa y quiere decir que se empeñan en vivir a costa del sudor de otros. Tratan de darle otro sentido a las Palabras del Señor: Ganarse el pan con el sudor de frente de otros. Y eso si que no es correcto.

San Pablo lo deja claro cuando dice «el que no trabaje que no coma, (2 Ts 3,7-12)» Y también, es evidente, que quienes no quieran trabajar hacen mal al intentar vivir como parásitos de los que sudan su frente para ganarse su pan. No hace falta hablar ni pensar mucho para coincidir todos en que el derecho al trabajo es un bien pero, también, un derecho que debemos buscar y generarlo entre todos.

No es cuestión de esperar, cruzar los brazos sino en activa búsqueda y creatividad. El trabajo es un derecho, pero un derecho que pasa por la participación de todos a crearlos y generarlos. Para eso los talentos recibidos – Mt 25, 14-30 – que el Señor nos explica muy bien en esa parábola. Tienes derecho al trabajo, pero a un trabajo que compartes con otros y que crean entre todos. Cada cual según sus talentos, pero desde la verdad y la justicia.

Cuidado con aquellos que tras la seducción de darnos el pan de cada día tratan de liberarnos del trabajo y someternos a su poder. En el fondo buscan tener dominio sobre nosotros y esclavizarnos a sus intereses y satisfacciones.

viernes, 2 de diciembre de 2022

¿CONOCES A ALGUIEN QUE TE DÉ MÁS, Y GRATUITAMENTE, QUE JESÚS?

Mi asistencia a la Santa misa, por la Gracia de Dios, viene desde mi juventud.  En el servicio militar fui monaguillo e iba a misa todos los días. Pero, mi asistencia venía desde antes. Recuerdo que unos de los párrocos que tuve me decía que era el único joven que iba a misa en mi parroquia y pueblo, porque solo había una iglesia. Recuerdo que iba con Berta, mi novia de aquella época y mi mujer de siempre y madre de nuestros tres hijos.

Ya en mi etapa de adulto, ya casado, seguí yendo a misa hasta que, tentado por el mundo, diablo y carne, me alejé de la frecuencia de la misa y de la Iglesia. Es verdad, mi noche oscura duró muchos años, pero, ahora lo sé, el Señor siempre estuvo a mi lado y soportó con paciencia y perseverancia mis rechazos, mis desplantes y pecados. Fueron unos aproximadamente veinte años.

¿Qué ocurrió? Me di cuenta de que el único y verdadero camino era el que el Espíritu Santo me había señalado, dejarme encontrar con el Señor. El mundo, demonio y carne son una falsa. Aparenta mucho gozo y felicidad, pero, si profundiza un poco no hay sino carroña, vacío y perdición. En ese tiempo estuve muchas veces al borde de perderme y, por la Gracia de Dios, ahora descubro y experimento que el Espíritu de Dios me protegió y cuidó hasta darme la fortaleza y sabiduría de regresar. Siempre me he visto retratado en la parábola del hijo pródigo.

Por eso, al margen de que el ejercicio es bueno y necesario, el más importante es el de frecuentar la Eucaristía – Santa Misa – en condiciones de celebrarla y poder recibir el alimento espiritual que nos da Vida Eterna. Cuando hablo del ejercicio es que en mi camino de cada día hacia la iglesia veo los gimnasios frecuentados por la gente. Y no tengo nada contra ello ni estoy diciendo que es malo o no conviene hacer ejercicio. Simplemente quiero destacar que la Eucaristía es la mejor manera de cuidar nuestra alma, lo más importante de nuestro ser humano – cuerpo y alma – y lo que será eterno. Porque, nuestro cuerpo mundano se destruirá. Tendremos otro cuerpo nuevo, perfecto en el otro mundo.

Conviene, pues, hacer ejercicios, pero interesa más compatibilizarlo, al menos si se puede, con la asistencia y celebración Eucarística. Y es que cuando asistimos a la Eucaristía celebramos junto con el sacerdote, celebrante principal, la transformación del pan y vino en el Cuerpo y Sangre del Señor, el alimento espiritual que nos da Vida Eterna.

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