No tenemos que inventarnos palabras, verborreas y fórmulas para hablar con Dios. Es nuestro Padre, y con un Padre se habla de manera natural y sencilla. Se le pide lo que realmente necesitamos sabiendo que nos dará, no sólo lo que necesitamos, sino lo que nos conviene.
Gracias, Señor, por darme la vida y por tu Infinita Misericordia, porque por ella puedo alcanzar, sin merecerlo, la vida eterna que Tú, mi Señor, nos prepara para gozar en el Cielo junto al Padre, junto a Ti, en la unidad de tu Espíritu Santo y, ¡cómo no!, junto a nuestra Madre María.
Y teniendo en cuenta que nuestro Padre sabe mejor que nosotros lo que realmente necesitamos y nos conviene. Porque, como hijos inexpertos y pequeños pedimos cosas que nos gustan y apetece, pero que, quizás no es lo que nos conviene ni lo mejor para nosotros en ese momento. Confiar y dejarnos aconsejar y dirigir por la Voluntad de nuestro Padre es, precisamente, lo que pedimos en esa hermosa oración.
NOTA: Debido a los problemas que tengo en el blog: "Pensamientos en el silencio de la noche", y mientras se arreglen, si es posible, volcaré los pensamientos que nos ayudan a reflexionar en este blog. Gracias.