martes, 3 de mayo de 2022

TESTIMONIO DE FE


Un veinte de noviembre de 1945 nací a la vida de la Gracia. Fue la hora de mi bautismo y de mi nacimiento como hijo de Dios. Desde ese momento el germen de la fe se encendió en mi corazón. Hoy, setenta y seis años después, creo humildemente, sigo tratando de que ese germen de la fe, por la Gracia del Espíritu Santo, siga en mí perseverando y, sobre todo, creciendo. Ese es el reto de cada día, avivar esa fe, iniciada en mí el día de mi bautismo, y aumentarla por la Gracia de Dios.

Indudablemente, para eso, el único camino es seguir los pasos de Jesús, el Señor. Él es el Camino, la Verdad y la Vida, y sin Él nos perderemos y equivocaremos. Para ello, tenemos los medios necesarios, los sacramentos, fundamentalmente, la Eucaristía y la Reconciliación. Con y en ellos podemos levantarnos de nuestras caídas y fortalecernos de nuestras flaquezas y tentaciones para continuar en el camino hacia la Casa del Padre. Ese es nuestro destino y nuestra lucha. Resistirnos al mal que nos acosa y nos tienta; resistirnos a las tentaciones del mundo que nos seducen y nos amenazan con debilitar nuestra fe. Ser creyente no se reduce a decir creo, sino a perseverar en el camino de seguir en la lucha por crecer en la fe y seguimiento de Jesús. Y en eso estoy y estamos. Todo lo demás es importante, pero, lo más importante, por encima de todo, es seguir a Jesús. En ello nos va la Vida Eterna.

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