jueves, 10 de noviembre de 2022

LA MEJOR ORACIÓN

Es indudable que la oración del Padrenuestro, que nos enseñó el Señor, es la mejor oración. Es una oración que marca el estilo del creyente y que coordina la vida de un buen cristiano. Reconocer a Dios como Padre y santificar su nombre es lo primero que debo de hacer un buen hijo. Somos hijos de Dios y, por tanto, santificar, adorar y honrar su Nombre es la primera opción, al menos debe serlo, de nuestra vida.

Es obvio que un Padre guarda y da a sus hijos lo mejor. En consecuencia, abrir nuestros corazones al ofrecimiento de los que nos regala nuestro Padre, ¿no es precisamente lo que debemos anhelar y esperar? ¡Claro, venga a nosotros su Reino! Porque lo que el Padre nos ofrece es el mejor regalo al que podemos aspirar y el que satisface plenamente nuestra felicidad.

Hacer, por tanto, la Voluntad del Padre es lo inmediato y lo que nos identifica como buenos hijos. Porque, el camino que nos marca nuestro Padre es el Camino que nos llevará, en consecuencia, a su Reino, que es, precisamente lo que deseamos. Inmediatamente, pedirle por lo que necesitamos en este mundo material para satisfacer nuestras necesidades corporales, y también espirituales, es la súplica que todo hijo tiene con su Padre. Y, el nuestro, que es el más grande y poderoso del mundo, y que nos quiere con locura y amor misericordioso, no nos va a defraudar. ¡Eso sí, nos dará lo que realmente nos conviene!, porque nosotros no sabemos, ni pedir ni que es lo mejor para nuestros intereses de eternidad y felicidad.

Sabemos y tenemos plena confianza en la Misericordia de nuestro Padre. Y, confiados en ella, nos atrevemos a pedirle perdón por todas nuestros pecados y ofensas. ¡Ahora, eso sí!, seremos perdonados en la medida que también nosotros perdonemos. De modo que, en la medida que tu ames y perdones a quien o quienes te ofendan, estarás abriendo la puerta que te lleva al Reino de Dios. Y esa es la mejor oración a la que yo quiero referirme hoy: Amar y perdonar a tu prójimo. Sobre todo a aquellos que lo necesitan y lo desean.

¿Por qué? Porque cuando tú amas a un pobre, necesitado y, quizás excluido, y te preocupas por escucharle y ayudarle, sobre todo si te lo pide, estás ayudando y abrazando al mismo Jesús. Y no hay oración mejor.

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