Es curioso comprobar
que la Iglesia ha sido, y lo es actualmente, perseguida en todos los tiempos.
Muchos nos preguntamos el por qué de esa persecución ya que la Iglesia solo
hace y busca el bien. Sobre todo de los pobres y más necesitados. ¿Cómo es
posible que una Iglesia que derrama valores de verdad, de justicia, de
solidaridad y fraternidad es tan perseguida hasta el extremo de querer
exterminarla y borrarla de la faz del mundo?
Solo hay una
respuesta. La Iglesia anuncia y persigue la liberación del hombre. Una
liberación que se concreta en hacer el bien. La libertad es la virtud y el don
de buscar la verdad, la justicia y hacer el bien. Hacer otra cosa en aras de su
propio egoísmo y satisfacción sería libertinaje. Libertad, verdad y bien van
siempre unidos.
¿Qué ocurre
entonces? Simplemente que aquellos que buscan el poder en función de su propio
interés les molesta la Iglesia. Les molesta porque se interpone en sus
ideologías y leyes privilegiadas en favor de ellos mismos y sus intereses. La
Iglesia defiende la libertad del hombre, y los poderosos buscan someter al
hombre a sus intereses, luego les molesta esa Iglesia liberadora y defensora,
sobre todo de los más pobres.
Por lo tanto, queda claro que buscan apartarla, minimizarla y destruirla. En todas las épocas la Iglesia ha sido perseguida. Desde su nacimiento, Jesús fue perseguido y hasta su muerte en la Cruz. Y tras su muerte y Resurrección le siguen persiguiendo en todos sus discípulos y seguidores. Y seguirán hasta el fin del mundo. Pero la promesa es esta: "Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella." Mt 16, 18
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