jueves, 14 de julio de 2011

¿QUÉ BUSCO EN MI VIDA?


Esa es la pregunta que todos nos hemos hecho en algún momento de nuestra vida. Es más, diría que nos la hacemos con mucha frecuencia, aun sin tomar conciencia de ello, porque constantemente estamos buscando algo, algo que nos satisfaga, que nos dé motivo e ilusiones para seguir viviendo con dignidad y entusiasmo.

Y, en la medida que pasan los años, nos vamos cansando de tantas frustraciones, de tanto fracasos, de tantas equivocaciones o impotencias de poder alcanzarlo. Empezamos, a estas alturas de nuestra vida, a pensar que es imposible o que la vida es así y hay que resignarse a vivirla como viene y a aceptar el momento de la hora, de nuestra muerte.

No queda otro remedio, nos decimos, y seguimos hacia adelante. Y mientras ese gran Ideal que teníamos se va desvaneciendo hasta apagarse totalmente. Al final, cuando todo nuestro ímpetu ha pasado, sólo nos queda el impulso que nunca muere, la esperanza y el anhelo de seguir viviendo. Nos agarramos a la vida desesperadamente, y la idea de la muerte nos asusta y nos aterra.

Y eso que buscamos, la vida y su continuidad, cuando más tarde llegue el final, ¡mejor!, solemos decir, lo consideramos inalcanzable. No se nos ocurre preguntarnos si Alguien lo ha logrado. Es más, rechazamos toda oferta en ese sentido alegando que no responde a nuestros deseos o espectativas, pero, ¿cuáles son nuestras expectativas?

Creo que estamos más que ciegos, porque lo obvio es escuchar y atender que nos ofrece ese Alguien y que promete. Porque si es lo que yo busco y quiero, me parece de tonto no escucharle y ver qué posibilidades tengo de alcanzarlo. Y más cuando no hay otra oferta igual. Si muchas promesas de felicidad, pero, por experiencia ya contrastada, todas basuras y vacías.

Por eso, se nos llena el alma de pena cuando ante tanta basura caduca y vacía se rechaza la oferta de la vida plena y eterna, que ya la tenemos ganada, no por nuestros méritos, pero sí por los méritos de Alguien que la ha pagado por y para nosotros. ¡Y de forma gratuita!

Creo que no es ninguna tontería tomárselo en serio y ver lo que se me ofrece a mí alrededor. Vale la pena. Se puede constatar y sopesar donde está lo bueno, lo puro, lo perdurable, lo que me hace feliz y eterno. Tú y yo tenemos la palabra. Podemos ser Corozaín, Betsaida o Cafarnaúm, pero también podemos ser María, Pedro o Zaqueo. Es cuestión de principios y elección.

2 comentarios:

Rafael Hidalgo dijo...

Decía Feuerbach que el hombre es lo que come.

Unos comen la basura que les ofrecen. Pero otros...

¿Qué es quien come a Dios?

Salvador Pérez Alayón dijo...

Quien come a DIOS se injerta en ÉL y vivie su propia vida, la Vida de la GRACIA.

Participa de la Gloria de DIOS y se hace como ÉL según su Volntad. DIOS nos ha hecho sus hijos y nos da su propia Vida: La Gloriosa y gozosa vida eterna junto a ÉL.

Por lo tanto, cuando participamos en la Eucaristía, comemos su Cuerpo y bebemos su Sangre, estamos viviendo la misma vida que nuestro PADRE DIOS nos regala en su HIJO JESUCRISTO.

Un fuerte abrazo en XTO.JESÚS.

ÚLTIMAS REFLEXIONES