Ocurre muchas veces, por no decir siempre, que pensamos y decimos, pero luego no actuamos y no hacemos nada o queda simplemente en el olvido. Falla nuestro compromiso de responsabilidad o nos lo tomamos con cierta banalidad sin darle importancia. Lo cierto es que no hacemos lo que hemos prometido, pensado o dicho.
Así se nos han hecho o prometido muchas promesas incumplidas, y quizás también nosotros hemos hechos otras tantas. Sería bueno esforzarnos en trata de cumplir lo que decimos o, de no ser así, evitar hablar, es decir, callarnos y dejarlo en el pensamiento, pues ahí no molesta ni nos deja en mal lugar, si bien puede molestarnos a nosotros mismos inquietándonos e impulsándonos a hacerla vida.
Porque lo que llega y cala es aquello que se dice y se cumple; se reza y se hace vida en la vida; se práctica y se hace efectivo en la realidad vivida.
Nuestra imagen queda tocada o clasificada cuando hablamos y todo se lo lleva el viento. Hablar suena bien y nos invita a quedar bien, pero sólo importa los hechos y el compromiso. Supongo que eso es lo que falla de forma fundamental en muchas situaciones y relaciones humanas. De manera especial en el matrimonio. El compromiso contraído no se respeta ni se cumple. Mandan los afectos, sentimientos y pasiones antes que la responsabilidad y el compromiso.
Se confunden sentimientos, emociones, afectos y pasiones con el verdadero y único amor que nace del compromiso responsable. Y para eso se hace necesario primero construir un hombre y una mujer cuya base sea sólida y bien madura para que entiendan quienes son y donde se dirigen.
Porque ocurre que muchas veces los hombres y mujeres se confunde con el rol de los animales y no alcanzan su madurez.
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