lunes, 10 de noviembre de 2014

A PROPÓSITO DEL ESCÁNDALO



No es bueno mentir, y menos cuando sus efectos son muy graves para toda una comunidad de personas concentradas en una región como una parte de una nación. Cataluña es parte de España, y lo es porque como condados de Aragón fueron integradas en la unión de la corona de Castilla y Aragón con el matrimonio de Isabel y Fernando, los reyes Católicos. (Ver aquí).

Buscar razones que se anteponga a estos hechos históricos es buscar razones para hacer de nuevo la historia. En las mismas coordenadas podría yo protestar por haber nacido en Canarias y no en Inglaterra o Francia. Muchos, aunque no es mi caso, quisiéramos cambiar de nacionalidad, y de hecho, muchos lo hacemos, pero no cambiamos el lugar de donde somos y hemos nacido, sino hacemos las maletas y nos vamos al lugar o nación en la que queremos vivir y pertenecer.

Espero que no lean este modesto artículo o reflexión los antepasados de los fenicios, cartagineses, íberos y celtas, porque quizás quisieran recuperar sus dominios, sus poderes y hasta sus lenguas. La historia es la que es, y hoy la Constitución española dice que Cataluña es parte integrante de su territorio nacional. Y en caso de haber alguna protesta o deseos de secesión, correspondería a todo español pronunciarse sobre lo mismo. Nunca a los que viven allí, porque nuestro dinero se reparte a lo largo de toda la geografía y España es de todos.

Y, lo lógico es que los que estén descontentos hagan sus maletas y vayan a otro sitio a buscar su independencia, porque este lugar pertenece a una nación que se llama España. Ocurre que si no están de acuerdo le protesten a sus antepasados por aliarse y fusionarse con otros pueblos dando lugar a lo que hoy se llama España. Y es que la historia no se puede cambiar. Es la que es y así está.

Lo que no se puede hacer es escandalizar a otros y armar líos que no traen sino malas consecuencias para todos. Lo importante es construir pueblos sanos, bien intencionados, orgullosos de su historia y que trabajen para el bien común de todos sus ciudadanos, vecinos y nación.

Esperemos que las urnas sean sabias y digan lo que la razón, el buen juicio y el sentido común defienden, porque la verdad no admite mentiras, demagogias y malas intenciones.

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