Las cosas no cuestan tanto recuperar las como lo fácil que es perderlas. Y si cuando de la confianza hablamos, la cosa es todavía más grave y difícil. Es muy fácil perder la confianza. Sólo basta con hacer lo contrario a lo que piensas que debes hacer y ya está. Has perdido algo que difícilmente podrás recuperar.
La confianza es el abandono en la verdad del otro, porque crees que esa verdad nace de la justicia, el respeto y el amor. Y lo constata en el vivir y relacionarte cada día con esa persona. Desde que esa verdad empieza a torcerse y a presentar dudas que distorsionan la realidad, la confianza comienza a derrumbarse, y una vez derrumbada será difícil levantarla.
Los jóvenes universitarios han perdido la confianza en el futuro económico, porque los gestores de ese futuro no responden ni dan credibilidad. La desconfianza es total y podríamos decir que irrecuperable. Los jóvenes universitarios, concretamente los grancanarios (Canarias 7, tema del día del 5-11-2014) creen que la única posibilidad que le ofrece el mercado laboral es la de hacer las maletas y buscar trabajo en el extranjero.
Los estudiantes ya no se fían de nadie. Es suficiente una mañana en la facultad para comprender que el desengaño hace mella en una generación que presume de ser la mejor formada. Ni siquiera los vientos cambiantes en la inercia política de la nación estimulan a un núcleo de la población que sólo cree que vivirá mejor emigrando.
El futuro de España está nublado y, diría mejor, casi opaco. No se vislumbran horizontes de esperanza, porque la atmósfera de la confianza ha desaparecido. Los políticos la han contaminado llenándola de promesas incumplidas, de mentiras, engaños, prevaricaciones, falsos programas y todo lo que cabe de mentiras en ellos. Porque cuando no se vive en la verdad, mentir es lo más fácil.
Mañana será otro día, pero amanezca como amanezca, España y sus jóvenes universitarios recordarán esta conducta indecente, bajona, de ratas de cloacas y mentirosa, de una clase política que lo estropea y contamina todo.
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