Dios te salva, convéncete, pero necesita tu sí y tu querer
salvarte. Por eso te ha hecho libre y te lo pregunta. Pedro se lo pidió y le
tendió su Mano. La mujer cananea se acercó hasta tocarle el manto y, reprochada
por Jesús, insistió pidiéndole
misericordia, y fue exaltada su fe y curada. ¿Cómo no nos va a salvar a
nosotros?
La verdadera belleza es que Jesús nos salva por amor y nos
ofrece su Casa para gozar toda la eternidad. Eso es lo verdaderamente bonito.
No has pensado que la vida se te va, incluso cuando mejor te
estás sintiendo, y cuando más estás disfrutando. Porque el disfrute en este
mundo es relativo, porque todo lo que consigas de gozo es temporal, caduco y se
acaba. Y los años pasan pronto.
Y luego queda mucho,
porque nuestra vida no termina, sigue, pero de otra forma y con otro cuerpo.
Precisamente el Evangelio de hoy nos habla de la Transfiguración de Jesús,
un adelanto de la Resurrección. Así será nuestra vida para siempre, pero…
Disfrutarás hasta el punto de sentirte gozoso, tal y como nos
han transmitidos los apóstoles Pedro, Santiago y Juan en la presencia del
Señor, o quien sabe cómo te sentirás y sufrirás sabiendo lo que has perdido, la
presencia del Señor, para la eternidad.
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