miércoles, 27 de abril de 2011

LA ENTRADA DE JESÚS EN JERUSALÉN

Este día acompañamos a Cristo en el camino pascual: gloria y hosanna, sí...

Todas las entradas tienen una respuesta, a menos que no haya nadie, y, posiblemente, si no hay nadie no se entra. JESÚS se vio envuelto en una entrada eufórica, aplausos y vítores. Posiblemente se esperaba mucho de ÉL y los más esperanzados vieron la oportunidad de aglutinar al pueblo con aclamaciones y hosannas que lo destacaran como un líder esperado y salvador.

Resonaba todavía en Betania el milagro de la resurrección de Lázaro, y el mismo Lázaro, su sola presencia, declaraba el poder sobre la muerte. Posiblemente ese era nuestro Rey, el Mesías esperado. Desde ese contexto es muy normal que la entrada de JESÚS en Jerusalen estuviese acompañada de algarabía y entusiasmo. Era domingo de palmas, vítores y hosannas. Pero sólo domingo, porque días después el escenario cambió.

Domingo de Ramos en Arrecife (abril 2011)

Lo esperado no era lo que iba a ocurrir. Aquél Hombre, aparentemente líder y poderoso sobre la muerte, tempestades, demonios y enfermos... no respondió como muchos esperaban a la opresión romana. La liberación esperada no era la que, al parecer, buscaba y estaba dispuesto a morir, ese Hombre. ¡Qué desilusión! Cuando sentíamos la fuerza de la unión y del poder para enfrentarnos a la lucha por salir de nuevo de Egipto, nos encontramos con un libertador teórico, de promesas de amor, de paz y mansedumbre. Indudablemente, no era el Mesías que esperábamos.

Y, ahora, nos dividía, nos restaba gente y nos amenazaba con provocar un cisma dentro de nuestra fe, nuestras tradiciones venidas de nuestro Padre Abrahan. ¡Esto ya es el colmo! Este Hombre molesta. Debemos hacer algo, y ese algo derivó en crucificarlo. La mayor condena a la que se podía condenar un hombre.

No estamos muy lejos, porque igual está ocurriendo eso hoy mismo. Muchos son los que vamos, le acompañamos, vitoreamos, pero unas horas más tarde le negamos con nuestras actitudes, con nuestro dispersarnos y retirarnos a nuestro particular mundo donde actuamos y somos según nuestros intereses y voluntades, pero no la de ÉL.

Sí, decimos que en el mundo hay que actuar de otra manera; sí, decimos que aquí las cosas son diferentes y, si no hago esto me voy a quedar sin lo otro. Sí, decimos que no me ha dado lo que yo le pedí y quiero. Sí, decimos que... Pero el resultado es que nos vamos y lo dejamos solo. El sábado estará solo clavado en su cruz. Posiblemente haya mucha gente rezando y, también, los templos llenos, pero todo sigue igual...

Lo niños inocente mueren porque no tomamos conciencia que tenemos que protestar contra nuestro gobernantes. Ahora es tiempo de elecciones y podemos mojarnos y preocuparnos un poco por cambiar a los gobernantes. Estos no nos hacen caso, ni tampoco muchos de los que van a presentarse.

Los pueblos siguen padeciendo la ignorancia educacional, hambre y necesidades de todo tipo. Ellos, con tal de conseguir estar en el poder, continúan matando y enfrentando a los hombres (Libia, Costa de Marfil...etc). Querían utilizar a JESÚS también para su guerra propia, para sus intereses creados, pero todo fue muy diferente.

JESÚS sigue proclamando hoy un Reino de paz y amor. Un Reino donde los hombres sean hermanos, hijos de un mismo PADRE, Aquél de quien nos habló JESÚS. Si hubiésemos seguido a su lado posiblemente el mundo hubiese cambiado, y hoy todo hubiese sido diferente como lo será, de eso estamos seguro, algún día cuando regrese de nuevo.

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