No hay ningún santo que no sea pecador, porque de no serlo no necesitaría ser salvado. Todos somos pecadores y necesitamos la Gracia del Señor para ser salvados. Para y por eso vino el Señor, para traer a la salvación a los pecadores. Y ese es el comienzo y primer paso: reconocernos pecadores.
Por lo tanto, la primera condición para salvarte es ser pecador. Jesús lo ha dicho: "He venido a salvar a los pecadores". Pero eso no significa que tengamos que cometer pecados, sino que nuestra naturaleza humana está contaminada, herida y tocada por el pecado. Y lo difícil no sería pecar, sino mantenerse sin pecado.
Por eso necesitamos tu Gracia, Señor. Tu Gracia y tu Misericordia, para lavados en ellas continuar el camino de salvación que tu Infinito Amor nos ha señalado y tu Infinita Misericordia nos regala cada día, dándonos el aliento y el ánimo para continuar el camino.
Desanimarnos nunca, porque la salvación no depende de nosotros sino de la Gracia de Dios. Sería un error que por nuestros fracasos nos desanimáramos porque eso puede llevarnos a pensar que dependemos de nuestras fuerzas. Y no es así, dependemos de Dios.
Nuestra labor es el esfuerzo, la oración y el ruego y súplica para que el Señor nos dé la fuerza, el aliento y la sabiduría para perseverar y pacientemente aguardemos los frutos de su Amor. Él nos quiere y es el primero que desea nuestra salvación. Para eso se ha hecho Hombre, para salvarnos. Sólo nos pide nuestros pecados y nuestra miseria para, abiertos a su acción, transformar nuestro corazón.
Realmente somos pecadores y es la Gracia del Señor la que nos hace santos.
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