Todos hemos experimentado que las cosas que sabemos y en las que creemos nos han costado sudor y sangre. Hemos oído decir a muchos que "aquello que me dijo mi padre se me ha quedado grabado en el corazón", y su padre vivió una experiencia que le marcó esa vivencia. Porque lo que se consigue fácil y se vive cómodamente, pronto se olvida o no se le da valor.
Las cosas que cuestan conseguir son las que se valoran, y se miden por su dificultad. No hay mayor gozo que experimentar algo que has conseguido con tu propio esfuerzo. Desde esta reflexión, parece lógico y de sentido común que alcanzar la santidad y la felicidad plena y eterna, que Jesús ofrece y promete, deberá constar sudor y sangre. Pues bien, eso es lo que Jesús nos dice en el Evangelio de Mt 10, 17-22.
Dolerá mucho seguir a Jesús. Seremos perseguidos; no bien mirados en muchos lugares, y en otros, acoso y amenazas de muerte, y hasta martirio. Está eso ocurriendo hoy en muchas partes del mundo, por no decir en todo el mundo. Seguir a Jesús pasa por soportar dolor y sufrimientos, pero siempre esperanzados y llenos de gozo, porque las dificultades y los obstáculos afianza tu fe y te llenan de gozo y alegría.
Jesús, lo sabe, y por eso se ha quedado contigo, para acompañarte, fortalecerte, poner en tu boca las palabras precisas para tu defensa y proclamación, darte valor y garantizarte el triunfo de la vida plena de felicidad y eterna.
Jesús te invita con esperanza y alegría a perseverar hasta que Él llegue. Y su Palabra, sabes, que siempre la cumple.
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