viernes, 23 de octubre de 2015

SI NO CREYERA EN TU MISERICORDIA, SEÑOR, ¿A DÓNDE IRÍA?



Hay muchas formas de equivocarse, o de cometer errores, o de pecar. Cada uno tiene su responsabilidad y parte de culpa, porque el error no te exime de tus posibilidades. Es posible que esa no ha sido tu intención, pero posiblemente si has sido negligente y no te has preparado lo suficiente. 

Tampoco la ignorancia, porque teniendo posibilidad de aprender, te has distraído en otros menesteres menos importantes o necesarios. Eres, pues, responsables de tus actos. Sin embargo, ocurre que, a pesar de poner todo lo que puedes, ignoras tu error, y tienes un fallo. Has sido superado por tu ignorancia, que no se te puede imputar, pues no tuviste posibilidades de conocer. Luego, tu responsabilidad queda atenuada y disculpada.

Así y todo, la Misericordia del Señor no salva. Nos salva cuando nuestro arrepentimiento es sincero, y lo buscamos en su perdón. Nuestra pobreza es manifiesta, tanto moral como espiritual, y no tenemos perdón humano. Ese fue el error del hermano mayor. Se excluyo de la casa porque no podía, con su enfado, entender la Misericordia del Padre.

Sí, su hermano era culpable. Había desobedecido, pero no por pura desobediencia, sino tentado por la ambición de las ofertas que el mundo le ofrecía. ¿No nos ocurre a nosotros igual? Y pagó su pecado. Sufrió su desierto, su pobreza, hambre y frío. Y esos sufrimientos le llevaron a acordarse de su Padre, y a creer en su perdón. Arrepentido se puso en camino, y encontró a un Padre en espera y en deseos de abrazarlo y darle toda su Misericordia por Amor.

No estaba el hermano mayor en actitud de perdonar. Sus criterios son otros, son los del mundo, los nuestros. Pero el Padre, también conocedor de su corazón sale a buscarlo. No espera en esta ocasión, sino sale al encuentro, le acompaña, le escucha y le hace ver que todo lo que tiene le ha sido dado gratuitamente, y le brinda toda su Misericordia.

Gracias, Señor, porque tu Misericordia y tu Amor me salvan, a pesar de todas mis miserias, mis pobrezas, mis criterios y hasta mis exigencias. Gracias, Señor, porque identificad con el hermano menor y el mayor, en Ti encuentro siempre el salvador perdón.

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