Me maravilla la letanía, ¡vaya piropos a la Virgen!; porque siento la seguridad de ir acompañado y de sentir a Alguien detrás de mí; porque valoro mucho el ponerme en su presencia y, aún despistado y distraido en otros pensamientos, sé que Ella me mira; porque me consuelo en su presencia como hacía con mi madre de la tierra. Ella siempre está ahí y me escucha con paciencia; porque no me importa los criterios del mundo que me rodea, ni lo que piensen lo demás. Digo lo que creo porque creo que Ella es la Madre de DIOS.
Por todo eso, yo también lo rezo. Y empecé a hacerlo hace un año o dos. No lo sé exactamente, pero empecé hacerlo sin saber que es lo que me empujó a dar ese paso. Supongo que fue la devoción de mi cuñado por nuestra Señora de Fatima, bajo esa advocación, él lo hace diariamente. Y yo, después de releer un libro sobre el tema, empecé a rezarlo. Al principio lo hice solo, luego me uní a radio María, lo hago a la seis de la tarde, hora canaria, y ahora, por la Gracia de DIOS, lo hago, las veces que estamos juntos, mi mujer y yo. También cuando está mi cuñado se suma al rezo.
Y me he dado cuenta que cuanto más me cuesta, cuanto más mi mente se resiste a, pacientemente, dedicar ese rato a rezar y piropear a nuestra Madre La Virgen, más experimento los frutos que la Gracia de su intersección realiza en nosotros. Ella fue la gran mediadora y la que abrió el camino de la vida pública del SEÑOR, su HIJO, cuando le indujo a convertir el agua en vino.
Por todo ello me uno, con mi humilde experiencia, al manifiesto de los jóvenes y en ellos me conforto y me lleno de esperanza, pues no sólo los mayores rezamos el Santo Rosario. Ahora a las puertas de las jornadas de la juventud en Sydney en Australia, pido al SEÑOR que ilumine a S.S. Benedicto XVI y, por intersección de la Virgen, los jóvenes sean testimonio que iluminen y salen este mundo tan necesitado.
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