Siempre he entendido y así lo he compartido y manifestado que el debate forma parte esencial de la vida social, ya sea de la crítica artística o literaria, de la producción científica o de la vida política, de la dignidad de la persona humana o de su trascendencia, de los derechos y deberes de la educación , la escuela, las personas...etc.
El debate, consumado en el diálogo, debe estar edificado en buscar la verdad. La verdad que esté en servicio y beneficio de todos. Esa es la condición fundamental que no puede faltar, porque de lo contrario estaríamos en partidismos y exclusiones de unos sobre otros. Creo que es lo que está ocurriendo y las consecuencias son claras y evidentes.
Por eso ocurre que hay hambre en el mundo; por eso ocurre que hay injusticias y muertes; por eso ocurre que hay egoísmos que desheredan a unos y enriquecen a otros; por eso hay trepadores que busca quitar para ponerse él; por eso hay izquierdas y derechas; por eso hay estereotipos sobre el debate que, más que analizar argumentos, los etiquetan y pre-juician; por eso en el transcurso del debate nos descubrimos defendiendo nuestra verdad interés o egoísmo sin reparar en buscar la verdad, lo mejor para todos.
Es el momento de las etiquetas generalizadoras, verdaderos estigmas que aislan y excluyen y dividen y enfrentan las orillas, como los aros amarillos de los judíos: fascitas, rojo...etc. En este estado de diálogo disfrazado, el contrario, ya ha etiquetado al otro como enemigo, ya estereotipado, es públicamente encapirotado y despersonalizado.
Termina el señor D. Emilio Lamo Espinosa, subrrayando que el diálogo en el grado cuarto, este último, empieza a aflorar, con lo que estoy totalmente de acuerdo, y es el momento de quienes están en situación de reconducirlo tienen la responsabilidad ineludible de hacerlo.
Me siento identificado, al leer un artículo en ABC (jueves 111208), por el Catedrático de Sociología (UCM) don Emilio Lamo de Espinosa, en todos sus argumentos y coincido con él en su conclusión de considerar de suma importancia el reconducir los diferentes debates a su justo término dentro de los parámetros democráticos y en plena libertad.
En mi reflexión y comentario trataré de exponer mis puntos de vistas, apoyado en los criterios que en su artículo expresa el citado autor. Indudablemente, el debate es el vehículo imprescindible que tenemos los humanos para establecer acuerdos, puntos de vistas común, unificar criterios y objetivos, conseguir consensos y encaminar acciones comunes en bien de todos.
El debate, consumado en el diálogo, debe estar edificado en buscar la verdad. La verdad que esté en servicio y beneficio de todos. Esa es la condición fundamental que no puede faltar, porque de lo contrario estaríamos en partidismos y exclusiones de unos sobre otros. Creo que es lo que está ocurriendo y las consecuencias son claras y evidentes.
Y condición fundamental del debate dialogado es hacerlo en plena libertad, fuera de toda presión y condición impositiva, pues desde ese momento ya no sería debate, sino defensa de lo que yo quiero y busco. Debatir es buscar lo mejor para todos. Y hacerlo en libertad significa buscar la verdad, que realmente nos hace libre, en bien de los demás. Luego, cuando defiendo y persigo mis propios ideales e intereses; cuando trato de someter al otro a mi propia verdad, no estoy buscando el bien, sino mi bien.
Por eso ocurre que hay hambre en el mundo; por eso ocurre que hay injusticias y muertes; por eso ocurre que hay egoísmos que desheredan a unos y enriquecen a otros; por eso hay trepadores que busca quitar para ponerse él; por eso hay izquierdas y derechas; por eso hay estereotipos sobre el debate que, más que analizar argumentos, los etiquetan y pre-juician; por eso en el transcurso del debate nos descubrimos defendiendo nuestra verdad interés o egoísmo sin reparar en buscar la verdad, lo mejor para todos.
El debate perfecto, el grado uno del debate, por así llamarlo, sería aquel en que las partes, reconocidas como interlocutores válidos, atiendan sólo a los argumentos del contrario, que se discuten sin malicias y de acuerdo con los tres instrumentos de crítica clásicos: la coherencia interna y racionalidad del discurso, su ajuste con los hechos y evidencia empírica y, finalmente, la oportunidad formal y sustantiva del debate, si es o no procedente.
De huir y salirnos de ese contexto empezamos a adulterar la esencia propia del verdadero significado de debatir. Igual ocurre con el concepto libertad. No es que se entiendan mal, sino que lo conformamos a nuestros propios intereses. No queremos ver la debilidad de nuestra propia naturaleza, frágil, limitada, egoísta. E irrumpimos en desviarnos tangencialmente hacia el lado que más nos convenga. Y aparece la demagogia y los esteorotipos señalados.
Llegado a este punto nos sumergimos en ataques y malicias. Ahora ya no interesa argumento alguno, que es atribuible sólo a la malicia y perversidad o, como mucho, ignorancia, del contrario. En este grado se hace presente el pecado de juicio, intenciones espurias, estrategias, engañosas, cortinas de humo, manipulaciones o conspiraciones. Y así el argumento ya no es incorrecto sino artero, las tesis no son incoherentes sino perversas, la gente no se reune sino que conjura, y así sucesivamente.
Es el momento de las etiquetas generalizadoras, verdaderos estigmas que aislan y excluyen y dividen y enfrentan las orillas, como los aros amarillos de los judíos: fascitas, rojo...etc. En este estado de diálogo disfrazado, el contrario, ya ha etiquetado al otro como enemigo, ya estereotipado, es públicamente encapirotado y despersonalizado.
Y así se puede decir, por ejemplo, que quienes votan a los otros son unos "tontos de los cojones"; y no sólo lo dicen, sino que lo mantienen, ¡faltaría más! Aunque pueda parecer lo contrario este grado tres no es tan frecuente en el discurso político, pero sí en el mediático - político, pues el nivel de ferocidad y agresividad de los columnistas/tertulianos, prensa del corazón, es hoy muy superior al de los políticos profesionales.
Y sólo nos faltan unos pasos para llegar a la acción del disparate. Ya, llegados aquí, ni siquiera se aparenta argumento alguno, sólo se insulta y cuanto mayor sea la violencia verbal mejor. Es ahora cuando aparecen términos como "vomitona", "baba", "mierda" y parecidas, que sólo pretenden rebajar al contrario a algo despreciable merecedor de cualquier trato. Y se asegura, por ejemplo, que no estaría mal quemar los libros del contrario, poner una bomba en algún sitio (como el Valle de los Caídos), quitar los crucifijos de toda vista, acabar con la religión y la educación libre, imponer una educación ideológica, matar a inocentes, eutanasia, desestructurar la familia...etc.
Sin darnos cuenta entramos en el terreno del odio. Todo se saca fuera del contexto dialogante en el primer grado. La memoria histórica, la vida, la muerte, la familia, la libertad, el respeto, la dignidad y el sentido de la vida son verdades y valores que ya no se debaten, sino que se defienden enfrentándose unos contra otros en una carrera devoradora de satisfacer mis ideologías y egoísmos. Es el momento del disparate y la carencia del respeto y libertad. Estamos en la gestación de enfrentarnos a muerte: la guerra.
Termina el señor D. Emilio Lamo Espinosa, subrrayando que el diálogo en el grado cuarto, este último, empieza a aflorar, con lo que estoy totalmente de acuerdo, y es el momento de quienes están en situación de reconducirlo tienen la responsabilidad ineludible de hacerlo.
12 comentarios:
Efectivamente, el debate no debe tener miedo a la verdad.
Quisiera colaborar aportando una cita de Paulo VI: "Trátase, en efecto, no de suprimir los comensales, sino de multiplicar el pan". (Pablo VI, discurso ante la ONU 4/10/1965)
La crisis mundial no se solucionará "disminuyendo" la cantidad de pobres impidiendo su procreación... Se requeiere que los ricos aflojen un poco el bolsillo.
Gracias y bendiciones
Buen post Salvador. Me llama la atención "La verdad que esté en servicio y beneficio de todos." De momento parece difícil porque cada quien tiene diversas acepciones de la palabra verdad, quizás solo baste saber que la verdad busca el bien y entonces podremos encontrar ese punto de equilibrio que sea al servicio del ser humano.
Muy buen artículo del señor E. Emilio Lamo Espinosa, gracis por compartirlo.
Saludos cordiales. Hilda
Que bonito sera que ocurriera como dices, que tuvieramos debates, sosegados, llenos de sentido común, que alguna vez se diera la razón al contrario, sin ir a la descalificación por sistema.
Que la buena educación fuera el terreno de juego, en una palabra que se defendiera solamente la verdad y el interés común y no el de partido., respetando al que piensa distinto.
Un abrazo
Cuando nos sentamos a dialogar hay algo fundamental: te comunico lo que pienso y soy, y recibo lo que eres y piensas. Luego buscamos la verdad y el bien de lo que queremos realizar y concensuar. Todo lo que no sea esto es enfrentarnos y defender cada uno su postura y egoísmo. Como tu dices, por desgracia es lo que más ocurre, sobre todo en las cosas de mayor importancia. Pero la esperanza nunca se pierde, porque ÉL está con nosotros.
Un abrazo Hilda.
Esa esperanza es en la que nos mantenemos para anhelar que nuestro diálogo sea así. ÉL entregó su vida al PADRE por eso y nuestro camino es hacer lo mismo. Pero con la certeza que dentro se esconde el gozo y la alegría que tanto anhelamos.
Un abrazo Icue.
Pd. hecho de menos a Armando, mi paísano. Lo he felicitado por su cumpleaños, 5 de diciembre, y me ha comentado que está muy atareado con la pastoral juvenil.
Jorge, de acuerdo contigo. La verdad siempre se mira de frente. Y no es el problema el pastel, sino el que se lo quieran comer sólo unos cuantos. No es problema de tantos, sino cuantos.
Un abrazo en CRISTO.
Hola Salvador. Me llevo esto: "El debate perfecto, el grado uno del debate, por así llamarlo, sería aquel en que las partes, reconocidas como interlocutores válidos, atiendan sólo a los argumentos del contrario, que se discuten sin malicias y de acuerdo con los tres instrumentos de crítica clásicos: la coherencia interna y racionalidad del discurso, su ajuste con los hechos y evidencia empírica y, finalmente, la oportunidad formal y sustantiva del debate, si es o no procedente".
Creo que si el debate o la argumentación de nuestra fe en los distintos ámbitos fuese de este talante muchos serían los problemas que nos evitaríamos así como también las batallas que hace rato hubiésemos ganado. Gracias nuevamente por visitarnos y permitirnos visitarte a ti. Dios te bendiga.
Cesar y Laura, mis queridos amigos, porque aunque sea la primera vez que nos veamos y compartamos nuestras opiniones, en CRISTO nos sentimos unidos y amigos desde siempre.
Gracias por su unión a caminar juntos y a fortalecer nuestra fe mutuamente. Dialaogar es buscar entre los dialogantes la verdad, y si eso no es así, no dialogamos, nos enfrentamos, y ya sabemos que en los enfrentamientos siempre hay un vencido y un vencedor.
Un abrazo y que la Navidad sea espacio y lugar para poner, un poco más, en nuestro corazón a la Sagrada Familia.
Laura tiene razón, me parece que todo sano debate debe tener sus reglas.
Bendiciones.
Así es María Angélica, el debate es debate cuando nos esforzamos en descubrir la verdad desde un respeto a la razón y a la búsqueda de encontrar caminos comunes.
Un abrazo.
Querido Salvador:
Somos de opiniones completamente opuestas. No en el fondo, pero sí en cómo llegar a ese fondo. Yo no creo que la democracia consista en el diálogo entre políticos. Creo más bien todo lo contrario. No me gusta la "clase discutidora". En mi opinión creo que se deben defender los principios (en nuestro caso cristianos) sin dar lugar a concesiones en lo esencial. Yo diría más bien que no queda más remedio que ponerse de acuerdo sobre lo demás. Pero no creo que la democracia consista en discutir hasta el infinito en pro de una verdad inalcanzable. Además, tú y yo sabemos que Dios existe y que nos quiere. ¿Porqué íbamos a actuar como si así no fuese?
Yo no respeto "la razón". Si acaso a las personas que hacen uso o no de ella. Y tampoco creo que todas las opiniones sean respetables. ¡Ni mucho menos! Más al contrario, no lo son.
Distinto es respetar al prójimo.
Un abrazo.
Hola DasGretchen, precisamente en estos días pensaba husmear tu blog. Encantado de que me hayas visitado y alojado tu provechoso comentario.
¡Que díficil es dialogar! No he pretendido circunscribir el diálogo a le esfera política, ni mucho menos, el diálogo se da en todo los terrenos. Se hace necesario para entendernos y comunicarnos. Nosotros ahora diálogomos, aunque no de una forma convencional y directa, pero intercambiamos, a través de Internet, nuestros pareceres y pensamientos acerca de un concepto como es el debatir.
Digo, en boca, y así lo creo, de D. Emlio Lamo, que el debate forma parte esencial de la vida social, ya sea de la crítica artística o literaria, de la producción científica o de la vida política, de la dignidad de la persona humana o de su trascendencia, de los derechos y deberes de la educación , la escuela, las personas...etc. Entiendo que, como tú, está en todo. La vida, si somos seres relacionados y comunitarios, es un debate en ese sentido y nuestro objetivo debe ser vivir ese debate en el amor, y buscarlo, porque ahí está la Verdad que le da sentido a nuestra vida. Buscando el amor encontramos a DIOS, pues ÉL es AMOR.
Perdona si no me he explicado bien o no he dejado la idea clara, pero eso es lo que yo pienso y quise decir.
Un abrazo y que la Navidad sea un espacio de encuentro con esa Verdad que buscamos para hacerla nuestra y proclamarla a los demás.
Feliz Navidad.
Muchas gracias amigo. Mis mejores deseos para tí y para los tuyos.
Aunque entre tú y yo, creo que la Verdad la he encontrado (¿o tal vez ella me ha querido encontrar a mí? ¿Cómo sería lo correcto?)
Que la Virgen en el 2009 nos cubra con su manto y nos proteja y ayude.
Un fuerte abrazo.
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