A la hora de ponerme a escribir y reflexionar sobre lo que pasó el 11-M, me pregunto por qué las cosas no salen a la luz y siempre hay una sombra como si algo se quisiera ocultar. Creo que esa es la razón por la que la convocatoria a las urnas quedan cada vez más desoídas, y menos concurridas, pues el desencanto y la desconfianza es muy sentida y profunda.
Con hechos como esto, y otros, aunque de menor calado en importancia, en cuanto a vidas humanas se refiere, pero no en repercusiones de todo tipo en los ciudadanos y de su incidencia en sus vidas, la moral, respeto y confianza en los políticos queda en entredicho. La progresión, casi geométrica, deja perplejo al ciudadano que contempla paralizado como la vida social se deteriora en todos los frentes de convivencia de forma casi normal. Se empieza a confundir lo corriente con lo normal.
Todo pasa, porque nada es verdad, o al menos, no se sabe lo que es verdad. Nada se cree, porque cuando los que nos gobiernan son referencias de mentiras, de ocultar el bien, de perseguir sólo lo que les molesta, pero no de buscar lo que es bueno para el bien común, la confusión y el caos empiezan a adueñarse de la nación, y del mundo en general.
Todavía, cuando ya ha pasado más de cinco años del 11-M, hay serias dudas sobre lo que realmente originó tal hecho. Y la confusión origina desconfianza. Uno llega a preguntarse quienes fueron los causantes de tal salvaje atentado, y de quienes pueden estar relacionados con ese hecho, aún de forma indirecta, sin intenciones de lo que eso iba a ocasionar, pero de alguna forma, consentido su conocimiento por intereses indirecto en los hechos. Es lo que se suele significar como "a río revuelto, ganancias de pescadores".
Porque hubo, eso si es constatado por todos los que vivimos esos momentos, un movimiento oportuno que actuó en favor de aprovechar esas circunstancias ocurridas en favor de su propio interés. Y eso delata, al menos, es de muy mal gusto, cuando hay dolor, sufrimientos, desesperación y confusión por lo ocurrido. Estar pensando en lo del día anterior hace sospechoso que lo ocurrido importa poco, y hasta, se esperaba, pues mi objetivo era lo otro.
Son dudas, incoherencias, sin sentidos, que te revuelven profundamente y te llevan a caminar mirando para todos los lugares pendiente de que alguien te pueda asaltar o atentar contra tu vida. Y, lo peor, saber qué quienes dirigen, mandan y gobiernan pueden estar implicados en todo lo que ocurre. En la misma línea suceden otras muchas cosas que, por su propio sentido común, se caen de maduras y no se pueden entender.
Prevaricaciones, cohechos, falsificaciones, estafas, asesinatos, abortos contra la vida de seres tan dignos como yo; atentados contra la libertad, intromisión en la familia, en los derechos de las personas, en la educación de las personas; obsesión en controlar a las personas apartándolas de sus derechos a la libertad y educación rompiendo el equilibrio ecológico natural, de géneros, de tradiciones naturales que se fundan en el derecho natural, en el sentido común que la propia vida nos presenta, e infinidades de actos sin sentidos y disparatados, hacen que el planeta vaya cada día siendo una mentira y una espiral imposible de habitar en covivencia y paz.
Sin embargo, la esperanza que nos viene de saber que esto no termina aquí; la esperanza de saber que el mundo y los hombres que lo dirigen según sus propias ideas no tienen la última palabra; la esperanza de sabernos confiados y en manos de quien puede salvarlo, nos llena de optimismo, de paciencia y de entusiasmo para continuar luchando por establecer un mundo donde reine la justicia, la paz y el amor.
Con hechos como esto, y otros, aunque de menor calado en importancia, en cuanto a vidas humanas se refiere, pero no en repercusiones de todo tipo en los ciudadanos y de su incidencia en sus vidas, la moral, respeto y confianza en los políticos queda en entredicho. La progresión, casi geométrica, deja perplejo al ciudadano que contempla paralizado como la vida social se deteriora en todos los frentes de convivencia de forma casi normal. Se empieza a confundir lo corriente con lo normal.
Todo pasa, porque nada es verdad, o al menos, no se sabe lo que es verdad. Nada se cree, porque cuando los que nos gobiernan son referencias de mentiras, de ocultar el bien, de perseguir sólo lo que les molesta, pero no de buscar lo que es bueno para el bien común, la confusión y el caos empiezan a adueñarse de la nación, y del mundo en general.
Todavía, cuando ya ha pasado más de cinco años del 11-M, hay serias dudas sobre lo que realmente originó tal hecho. Y la confusión origina desconfianza. Uno llega a preguntarse quienes fueron los causantes de tal salvaje atentado, y de quienes pueden estar relacionados con ese hecho, aún de forma indirecta, sin intenciones de lo que eso iba a ocasionar, pero de alguna forma, consentido su conocimiento por intereses indirecto en los hechos. Es lo que se suele significar como "a río revuelto, ganancias de pescadores".
Porque hubo, eso si es constatado por todos los que vivimos esos momentos, un movimiento oportuno que actuó en favor de aprovechar esas circunstancias ocurridas en favor de su propio interés. Y eso delata, al menos, es de muy mal gusto, cuando hay dolor, sufrimientos, desesperación y confusión por lo ocurrido. Estar pensando en lo del día anterior hace sospechoso que lo ocurrido importa poco, y hasta, se esperaba, pues mi objetivo era lo otro.
Son dudas, incoherencias, sin sentidos, que te revuelven profundamente y te llevan a caminar mirando para todos los lugares pendiente de que alguien te pueda asaltar o atentar contra tu vida. Y, lo peor, saber qué quienes dirigen, mandan y gobiernan pueden estar implicados en todo lo que ocurre. En la misma línea suceden otras muchas cosas que, por su propio sentido común, se caen de maduras y no se pueden entender.
Prevaricaciones, cohechos, falsificaciones, estafas, asesinatos, abortos contra la vida de seres tan dignos como yo; atentados contra la libertad, intromisión en la familia, en los derechos de las personas, en la educación de las personas; obsesión en controlar a las personas apartándolas de sus derechos a la libertad y educación rompiendo el equilibrio ecológico natural, de géneros, de tradiciones naturales que se fundan en el derecho natural, en el sentido común que la propia vida nos presenta, e infinidades de actos sin sentidos y disparatados, hacen que el planeta vaya cada día siendo una mentira y una espiral imposible de habitar en covivencia y paz.
Sin embargo, la esperanza que nos viene de saber que esto no termina aquí; la esperanza de saber que el mundo y los hombres que lo dirigen según sus propias ideas no tienen la última palabra; la esperanza de sabernos confiados y en manos de quien puede salvarlo, nos llena de optimismo, de paciencia y de entusiasmo para continuar luchando por establecer un mundo donde reine la justicia, la paz y el amor.
2 comentarios:
Una cosa está clara. Ante casos de terrorismo como este, todos los ciudadanos tenemos derecho a saber. Y aquí muchos saben más de lo que cuentan y mantienen un pacto de silencio interesado. Es triste, porque en su momento se habló mucho de solidaridad con las víctimas y sus familiares, pero en realidad hubo, como dices, un gran movimiento para aprovechar las circunstancias, cada cual en su propio interés. Y qué más solidaridad que decir qué pasó realmente.
Siempre ocurre lo mismo, las prioridades de los intereses priman ante las personas. Ya en su día reflexioné sobre ello.
En un mundo distorsionado e irreal, el hombre trata de justificar sus actitudes y posicionar sus egoísmos y objetivos. Ante eso, todo está sometido a la esclavitud de las apetencias, sentimientos y afectos, y todo se reduce a dar satisfacción al yo, sin importar el tú. Eso explica tragedias como las del 11-M. Cambiarlas sólo depende de los hombres.
Un saludo.
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