... con un aumento medio del consumo por parte de los... |
Y una de las cosas con lo que lo consigue es con el consumo. Consumir nos aparta de todo aquello que nos ayuda a vernos tal cual somos. Consumir nos introduce en un mundo productivo y económico. Consumir hace que no pensemos en otras cosas, pues producir exige estar al día, y estar al día nos lleva a adquirir los medios más avanzados y últimos del mercado.
En esa dinámica nos ponemos en una velocidad vertiginosa que nos prohíbe descansar. Y sin descanso será muy difícil reflexionar. Y sin reflexión perderemos la posibilidad de esforzarnos en responder a los interrogantes que palpitan dentro de nosotros mismos. Eso es lo que el Maligno quiere, que perdamos toda huella de Dios, y que solo respondamos a lo que este mundo nos dicta y ofrece.
Y cuando terminamos de consumir y pagar, solo desearemos un buen descanso. Y, sin darnos cuenta, vuelve la cadena de nuevo, ¡las vacaciones! Vacaciones que se convierten en crucero, diversión, visitas y más de lo mismo... Vuelve el consumo. Y cuando regresamos a casa estamos más cansados, pero la tarea acumulada nos devuelve de nuevo a la velocidad de vértigo.
¿Qué ha conseguido el demonio? Pues mantenernos ocupados; evitar que pensemos y dialoguemos; separar las familias, los hijos... Y, sobre todo, ese su fin más inmediato, apartarnos y alejarnos de Dios. Me parece muy ilustrativo el post de un bloguero nuevo, Pedro Fernández Cabañas, a raíz del cuál he enhebrado esta humilde reflexión. Le dejo el enlace para que lo conozcan y degusten sus buenas reflexiones a las cuales yo encuentro mucha miga.
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