- ... representaciones sensibles, emociones, sentimientos, afectos, pasiones.
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Sin darme cuenta mi mirada se encontró con la de una mujer que salía de la habitación del tanatorio con síntomas de preocupación. La acompañaba otra mujer y al sentarse noté que sus manos le temblaban de una forma incontrolada. Los amigos y personas que le rodeaban se preocuparon y le dieron agua de beber.
Poco a poco se fue calmando y, al parecer, todo quedó en un susto. Un susto motivado posiblemente por la impresión de la muerte. Ello me dio que pensar y suscitó en mí esta reflexión.
Los afectos, sentimientos y emociones aparecen y desaparecen sin nuestro consentimiento. Son como reflejos que entran y salen dejando reacciones que mueven nuestro sistema nervioso y descontrolan o controlan nuestro cuerpo. A veces no nos damos cuenta, y otras veces se producen por algún efecto exterior que le afecta en uno u otro sentido.
Tenemos nuestra voluntad, y somos libres, pero la mayoría de las veces nos sentimos impotentes para tener control sobre ellos. Necesitamos ayuda exterior, o mucha paciencia y serenidad para, mostrándonos indiferentes, dejarlos entrar y con la misma salir. Si no le ponemos resistencia entran y salen tal como han venido.
Pero se necesita valor, paciencia y mucha paz. Paz que solo podemos encontrar en Jesús de Nazaret. Y digo esto porque en el fondo de nuestra desesperación, las emociones, sentimientos o afectos están movidos por el miedo, lo desconocido o por el amor. Y esas cosas solo tienen solución cuando estamos agarrados a nuestro Señor Jesús.
Con, por y en Él no hay nada que temer. Sea lo que sea en Él tiene solución. La paz nadie nos la puede quitar, porque en Él encontramos nuestra seguridad, nuestro refugio y todas nuestras respuestas. En Él, a pesar de que en apariencias las cosas no vayan como queremos, sabemos que al final todo se arreglará. Y se arreglará porque Él es el pan de vida que nos sacia hasta la vida eterna.
Así, ¿cómo vamos a desesperarnos, a temblar, a preocuparnos, a perder la paz...? Sí, podemos sufrir o pasarlo algo mal, pero no perderemos nunca la esperanza de llegar a encontrarnos bien. Y esa esperanza nos salva, nos ayuda a superarnos, a relajarnos y a seguir creciendo y caminando.
Porque sabemos que al final Él está detrás esperándonos con los brazos abiertos para acogernos, aliviarnos, sanarnos, satisfacernos y darnos la vida eterna. Así, cuando se cree así, las cosas se ven de otra forma, y la muerte de este mundo es simplemente el comienzo de la vida buena, gozosa, eterna.
1 comentario:
Preciosa entrada.
Mil gracias.
Bendiciones.
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