LA HISTORIA NOS MARCA EL CAMINO.

El ayer nos sirve para señalarnos el camino a seguir. Un pueblo sin ayer dificilmente encuentra sentido a su presente y menos el camino que irá construyendo su futuro. Porque sin ayer no hay futuro, que lo construye, precisamente, el presente que ilumina el pasado.

Sin embargo, el hombre que no mira el ayer se olvida rápido de como hay que andar el presente, y sin darse cuenta embobado por su propia suficiencia y soberbia se hunde en los mismos errores de su pasado. Es el caso del "holocausto" que se empieza a pensar que fue algo mistificado e imaginado, pero que en realidad no ocurrió, al menos, de la forma que la historia lo presenta.

Y es que nuestra propia autosuficiencia, nuestra propia ceguera ensoberbecida nos distorsiona la realidad de los hechos y nos adentra en unos espejismos fantasiosos y deseados que nos dibujan el mundo y la realidad que apetecemos, pero no la real. De esa forma volvemos a cometer los mismos y más atropellos, genocidios, crímenes y las barbaridades más disparatadas e indignas que rebajan a la escala última de la creación al que fue creado para ser el rey y señor de ella.

Hoy, en pleno siglo XXI, el hombre engreído en su más alta estima de ser suficiente y dueño de su propio destino eleva su voz para alzar el grito de libertad y derechos humanos sin más ayuda que sus propias fuerzas. Extasiado en su obra evolutiva y técnica se percibe como el dueño y señor de todo lo que le rodea aunque no entiende ni comprende de dónde ha venido o quién lo ha creado. Y erigido en el más grande defensor de los valores, comete las mayores atrocidades y labra su propia muerte.

Así, ahora, después de muchos años, vuelve a perderse en el camino y a cometer mayores barbaridades que antaño: el aborto representa el mayor genocidio humano incalculable y, lo más sorprendente, cometido en la mayor indiferencia y permisividad de los Gobiernos. Paralelamente a todo esto, el sometimiento a los más pobres a una vida esclavizada y en función de productividad para que otros, los llamados señores, engreídos como dueños de sus países, vivan y disfruten de todos los bienes que están llamados a dignificar y sustentar de forma digna la vida de los pueblos.

Unos se apoderan de lo que les pertenece a todos, y lo peor que se señalan como defensores, como evangelio que salvan y dan soluciones a los pueblos que esperan sus obras como agua de mayo. Es lamentable y hasta parece increíble que estas cosas ocurran. Desde esta experiencia puedo llegar a entender que lo del holocausto parezca como algo que no ocurrió.