viernes, 5 de marzo de 2010

CON LA MANO EN EL CORAZÓN.


Sólo pido un poco de paciencia y tener la valentía de enfrentarse a la verdad con sinceridad y responsabilidad. Y es que lo mínimo que se puede hacer es ser fiel a su propia dignidad. Y digno del hombre es responder a su vocación de amar y de darse en generosidad al prójimo. Esa es la corriente que corre por sus venas ante las catástrofe y tragedias de otros pueblos. Incluso, de pueblos enfrentados hasta la muerte que, en la tragedia, se olvidan del odio y venganza y se solidarizan en la generosidad y ayuda.

El hombre busca servir y amar, de hecho, cuando ama está presto a dar todo por ese amor. Eso se manifiesta en el padre pronto a dar todo por su hijo, o en la madre que no regatea sacrificios ni esfuerzo junto a la cuna de su hijo. Ese es el hombre y la mujer verdadero, que construyen una comunidad de amor y, juntos, forman los pueblos y las comunidades.

Pero cuando el hombre pierde su sentido de responsabilidad, y se constituye en su propia meta, se olvida del otro y convoca el enfrentamiento, las desigualdades, la injusticia, la individualidad, los grupos opuestos, el partidismo, la guerra, la muerte, la corrupción, el desorden, la locura del ego y de lo inmediato, porque pierde toda esperanza de eternidad y, con ello, queda empobrecido e igualado al animal. Su función no deja de ser una vida errante y arrastrada de vicios, sacrificios, luchas, enfermedad, pasiones y más llena de tristezas que alegrías.

Detrás de una vida apoyada en el deseo desenfrenado del placer sexual, de la libertad personal y egoísta, de las reglas que legalizan la muerte del inocente, de las relaciones antinaturales, del gozo de dar plena satisfacción a los sentimientos de la naturaleza humana sin medir sus consecuencias ni discernir si es bien para los otros, se esconde el caos, la ruina y la muerte.

Una sociedad que no modera su comportamiento en referencia al que tiene en frente está abocada a la destrucción, y ese es el camino que llevamos. No será por falta de denunciarlo. No sé si seremos profetas, en otros tiempos así eran llamados, pero hoy los hay también que denuncian los desequilibrios que el mismo hombre está cometiendo y con ello destruyéndose.

Hay locas (ver aquí) que están dispuesta a defender su locura de ir contra su propio destino y dar riendas sueltas a todo lo que sienten y desean como objetivo de su felicidad. Y, aún admitiendo que esos desenfrenos y locuras les puedan dar felicidad, son solos sucedáneos, al igual que ocurre con otros, droga, alcohol, tabaco, gula...etc que les satisfacen hoy pero mañana les piden más hasta hacerlo esclavos de sus propias pasiones. ¿Es eso ser feliz?

Ya han habido otras civilizaciones que se han corrompido y han experimentado todo esto que hoy otras y, también otros, quieren probar. Sodoma y Gomorra, entre muchas, nos pueden servir de ejemplos. Todos sabemos que donde no hay moderación, justicia y verdad, todo se vuelve descontrolado, injusto y mentira.

Posiblemente todos o muchos muramos arrastrados por los que rechazan su propio destino y vocación, pero seremos inocentes, al menos no estaremos a su lado ni seremos cómplices. Si, no estaremos exento de culpas, no hayamos hechos bien los deberes, pero tendremos el atenuante de habernos resistido y opuesto a tanta locura. La verdad siempre saldrá a relucir, aquí o allá, porque el hombre y la mujer están hecho para vivir en la verdad, y cuando no es así, la mentira los descubres, los desnudas y les hace sentir vergüenza.

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