No cabe duda que la distribución de los impuestos en nuestro país no se hace bien. Y no se hace bien porque no se quiere o porque interesa que no se haga. Tampoco cabe ninguna duda que de hacerse bien los problemas serían insignificantes y el país estaría mucho mejor y gozaría de buena salud.
Los impuestos no están bien diseñados y se cargan sobre las clases medias-bajas cuando las altas y super altas no pagan proporcionalmente a sus alturas y beneficios. El sentido común nos dice que quienes ganan más, aporten más. Es la lógica solidaria. Pero también lo más inteligente, porque el hecho de estar todos en general mejor y cubierta sus necesidades primarias, también estaría mejor el país, la justicia y la convivencia sería mejor y en paz.Porque de la verdad y la justicia nace la paz y la armonia.
Todo empieza porque el sistema fiscal en España recuada poco y mal. El sistema tributario español en estos momentos no cumple su misión, pues resulta ineficiente y regresivo. La capacidad recaudatoria del sistema es baja, inferior a la de los países de la Unión Europea y de la OCDE. En 2012, la presión fiscal en España era de 33,6% (es decir, lo que se recaudó equivalía al 33,6% del PIB), siete puntos inferior a la media europea, que es de 40,7%.
Y recauda mal, porque el peso de la recaudación recae de manera desproporcionada sobre las clases media trabajadoras, mientras que las personas con ingresos más elevados y las grandes empresas apenas pagan impuestos. (Estracto sobre la desigualdad y fiscalidad van de la mano de Teresa Cavero, responsable de Estudios e Invenstigaciones de Oxfam Intermón en Razón y Fe, nº 1391 septiembre 2014).
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