Mi madre en plena juventud
Mi madre en su época real
En cierta ocasión le oí a mi madre decir que le hubiese gustado ser enfermera. Son de estas cosas que oyes, pero no reparas en lo oído y lo dejas como un simple comentario sin más. ¡Hay tantas cosas que nos hubiese gustado ser! Cuando se nos ha ido el tren de la oportunidad y en el tiempo descubrimos lo que nos hubiese gustado ser, ya para entonces se ha hecho un poco tarde. ¡Que importante es tener al lado alguien que nos oriente y nos encamine a experimentar y vivenciar los dones que llevamos encerrados y que no sabemos que están en nosotros. Sólo en la experiencia vivida deducimos el misterio del descubrimiento de nuestra vocación.
Recuerdo en cierta ocasión que nos recurrieron para colaborar en una obra de teatro como extra. Se necesitaban bastantes para llenar el número de un jurado que aparecía en la obra. Fui a los ensayos y el solo verlos encendió en mí el deseo de interpretar un papel mayor que el de simple relleno. Hasta ese momento no supe de mi atrevimiento y de mi desafíos a los retos. Jamás pensé que me atrevería a actuar delante de un público. Conozco a muchas personas que no han podido superar esa prueba, e incluso, jamás pudieron con el desafió de invitar a una chica a bailar. En mis tiempos pasaba eso. Y sin embargo, tenían cualidades como los mejores para hacer una cosa u otra.
Los retos son necesarios para poder descubrir nuestra vocación. Hoy, después de mucho tiempo, sé lo que me hubiese gustado estudiar y hacer. Esto no significa que hay que mirar para atrás, pero sí que el tiempo no se puede perder tontamente y que hay que retarse y arriesgar en descubrir lo que tenemos dentro de nosotros mismos. Bien, pero ahora quiero hablar de mi madre. Decía que comentó que le hubiese gustado ser enfermera. Mi madre nació en una época y en un lugar donde no era tan fácil alcanzar esa meta. Supongo que de ser algo tan claro y fuerte lo hubiese logrado si se enfrenta consigo mismo y lucha por ello, pero todos no podemos y, por eso, nos quedamos sin saber que hubiese pasado de haberlo logrado. Es algo que nunca sabremos, ni vale la pena detenernos porque es nuestra propia historia personal y hay que recorrerla en el presente y en la medida que vamos descubriendo nuestro interior. De ahí la necesidad de reflexionar y pararnos a descubrirnos.
Yo desde la fe en DIOS, nuestro PADRE, creo que los caminos que recorremos en la vida tienen sentido aunque nos veamos perdidos y desorientados. Es posible que no cojamos el mejor camino, pero un padre siempre estará pendiente para reconducirnos por otros que nos produzca el mismo efecto y las mismas consecuencias. Y en ese aspecto me quiero parar, porque desde ahí mi madre fue una gran enfermera. Igual ella no lo supo nunca aquí en la tierra, pero ahora asentirá conmigo que toda su vida lo que hizo fue entregarse a unos enfermos y necesitados. Indudablemente, las virtudes que debe reunir y practicar una enfermera son: entrega, disponibilidad, servicio y amor. Mi madre tuvo todo eso y sobrado. Toda una vida olvidada de si misma y entregada a su familia, desde su marido hasta el último de sus hijos. Noches de insomnio hoy por uno, mañana para otros. Yo de eso puedo dar testimonio en mi propia persona. Cuanto acompañamientos y sufrimientos, en las penas, en la preocupaciones. ¡Cuantas horas para otros!
Mi madre estaba desempeñando su vocación escondida sin saberlo. Servía, curaba, acompañaba, escuchaba, aceptaba y estaba siempre en su puesto esperando un nuevo servicio. Todo lo dio por los demás sin recibir nada a cambio. Lo dio sin condiciones, gratis, y quedó a merced de la correspondencia de los demás. ¡Que gran enfermera! Todo su trabajo lo entregó para el bien de los demás e incluso su vida.
Mi madre no quería sino dar y cuando llegó el momento de que ya no podía dar, no supo recibir. A veces es necesario saber recibir, porque igual que hay que ser humilde para dar, de la misma forma hay que ser humilde para recibir. Tuvo que aceptar al final saber recibir. Es una gran lección que todos necesitamos aprender. Es la otra forma de ayudar cuando has llegado a la etapa final y no puedes hacer nada: dejarte ayudar. También, de esa forma ayudas al que te ayuda, porque le das la oportunidad de hacer algo por ti. Doy gracias al SEÑOR porque me dio la oportunidad de hacer algo por mi madre los últimos años de su vida.
Acabo esta glosa por mi madre rindiéndole el homenaje a la gran enfermera. Enfermera que tuve durante mi etapa de hijo y enfermera a la que tuve el privilegio de atender en sus últimos momentos. ¿Que DIOS te bendiga madre!
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