domingo, 1 de junio de 2008

¡CATALUÑA!

Siempre he sentido una predilección y adicción especial al F.C. Barcelona. No sé realmente como fue mi elección, pero deduzco que cuando pequeño la fama de Kubala influyo mucho. También, que mis amigos de aquella época eran del Madrid y yo, por mi propia manera de ser, elegí el eterno rival por aquello de la competitividad y el juego. Yo apuesto por este y tú por el otro. Y este contexto fui creciendo. Era la época de la escucha, cuando hacia buen tiempo y podías, de los aparatos de radio cuadrado como cajones. Recuerdo que mi padre tenía uno que daría lo que pudiese por tenerlo. ¡Cuantas horas pasé junto aquel cacharrito con la oreja pegada oyendo las paradas de Ramallest o las galopadas de Tejada y los remates de Evaristo unas veces o Eulogio Martinez otras. Y que decir de la perla de aquel tiempo: Luis Suarez, el Laudrud, Platiní o Kaká de ahora. Kubala fue el remate. Aquella evasión de hungaros huyendo del telón de acero, invadío futbolisticamente el deporte español. A kubala se debe que Las Cort, el campo de aquella época, se hiciese pequeño. Tanto vivía mi equipo que pasaba todo los domingos bastante rato oyendo el carrusel deportivo de aquella época, y mientras lo oía, jugaba imaginando lo que haría Basora, kubala y otros para meter el gol que nos diera el partido que se jugaba en esos momentos. Recuerdo con mucho cariño aquellas alineaciones que no se te olvidan: Ramallest, Olivella, Rodri, Gracia, Segarra, Gensana, Tejada, Kubala, Evaristo, Suarez y Czibor. Fue una de las alineaciones tipo. Luego entrarían también los Eulogios Martínez, Koscis, Villaverde, Foncho, el malogrado Benitez, Sadurní, etc.




Sin embargo, los recuerdo de esa época han venido a mi memoria por otra razón más seria y vital. No entenderé nunca ese afán de egocentrismo y engreimiento de pretender aislarse y de enmarcarse como algo aparte y distinto. Desdice mucho de esas personas que, creyéndose más que otros, hablan de derechos, libertades y no respetan los derechos y libertades de otros. Desdice mucho de esas personas que, ansiando ser grandes y poderosas, queriendo ser conocidas, populares, queridas, admiradas e importantes, hacen todo lo contrario para ser repudiadas, antipáticas, antipopulares, desechadas, no queridas, no admiradas e indiferentes ante los demás. Porque sí quieres ser conocido y querido debes de abrirte, darte a conocer, acoger a los de fuera, facilitar su integración, mostrarte y ofrecerte.


He de confesar que muchas veces he querido desvincularme de mis sentimientos infantiles hacia Barcelona, deportivamente hablando. Su afán de encerrarse en una lengua que exiben, no con el orgullo de ser un medio para expresar sus peculiaridades y singularidades, sino con el afán de imponerla y pretender que todo el mundo hable catalán. Sus pretensiones de querer separarse de su vinculación histórica a un Estado del que forman parte con la sola pretensión de ser ellos algo diferente y distinto de los demás. Una cosa es reivindicar su autonomía y sus derechos y otra es insolidarizarse con sus vecinos e integrantes de un Estado único histórico. ¡A donde vamos?



¡No, ese no es el camino! Hay que pensar en los demás y desterrar todo pasado y toda clase de complejos históricos. Hay que buscar tus propias raíces, pero sin apartarte de tu raíz central que forma parte de tu historia. Hay que construir en aras del bien de todos. Y en eso se ve reflejada la trayectoria del propio equipo catalán. Tanto poder, tanta fuerza, tanto tener los mejores jugadores, para no conseguir nada, porque me dirán que títulos tienen. El Madrid, con menos medios, o los mismos si quieres, ha conseguido el doble, por lo menos en los títulos importantes. Y, ¡cuanto ridículo!, sólo recordar estas dos últimas ligas regaladas por desunión, soberbia, indisciplina, falta de humildad y de responsabilidad. Y es que, igual parece en la esfera política: soberbia, separatismo, superioridad, yo soy más, hasta el punto de querer considerar que el Barcelona no es un equipo español. Pues miren, amigos catalanes, con todo cariño, guardesen el gran equipo del Barcelona para ustedes solitos y lograran empequeñecerlo cada vez más porque por muy grande que sean, si no tienen el cariño, la afición y el aprecio de los de fuera sólo serán ustedes y de ahí no pasaran. Como ven, de querer ser grande, ustedes mismos van por el camino opuesto. No olviden que para ser los primeros, hay que tratar de ser los últimos. El ejemplo lo tienen en su último entrenador. Aún perdiendo todo, por su humildad y honestidad, salió por la puerta grande. Ser grande es aprender de todas estas cosas, Sr. Laporta y compañía.



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