Sin darnos cuenta hacemos cosas que inciden de una forma, aún indirecta, sobre la vida y sus consecuencias de otras personas. No vale decir yo hago esto porque tengo derecho y quiero, sino que hay que mirar alrededor para ver si lo que hago incide, de forma perjudicial, en la vida y el comportamiento de mis semejantes.
Porque libertad es precisamente eso, no perjudicar a los demás y buscar el bien de todos, pues lo contrario sería buscar mis propios intereses y pensar sólo en mí, es decir, propio egoísmo. Se entiende muy mal y se interpreta todavía peor creyendo que la libertad me da derecho a hacer lo que realmente me gusta y quiero. Siempre está directamente proporcional al bien del que tenemos al lado.
Por todo ello, todos dependemos de todo, y caminamos el recorrido de nuestra vida en racimos, como las uvas. Si una se pudre, terminará por pudrir a todas las demás. Es el caso de José Mari (ver aquí), y de muchos trabajadores que se ven afectados por las apetencias y esclavitudes de otros. Porque el tabaco no deja de ser una esclavitud y un sometimiento, pues nadie quiere matarse y el tabaco mata.
Igual ocurre en todas las facetas de nuestra vida. La convivencia, el respeto, la seguridad, la limpieza, la justicia, el trabajo, la libertad, la educación y... todo lo que ustedes quieran añadir depende de lo que cada uno haga. De tal forma que, cuando todos nos esforzamos en cumplir rectamente y buscando el bien común, el mundo y la vida mejoran y la paz, lo que todos deseamos, se hace realidad.
Quedamos desnudos cuando reflexionamos en estas coordenadas y no hacemos demagogia. El mundo y la vida del mundo depende de lo que tú y yo haga. El mal, por negligencia, indiferencia o interés, que tú realices va a incidir en la vida de otros y esa responsabilidad nadie te la va a quitar. De esa parte del mundo, por pequeña que sea, tú eres responsable. Y sí tú no lo remedias el mundo seguirá, en ese lugar o circunstancias, empeorando por tu culpa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario