miércoles, 7 de mayo de 2008

La negación de CRISTO como fenómeno editorial.


Estas novelas parecen racionalizar la falta de fe de muchos cristianos alejados...
En los últimos años se ha convertido en un lugar común de los escritores de ficción escribir relatos que tienen como común denominador la negación de la divinidad de Jesús y de su resurrección.

La diversidad de argumentos y de géneros confluye en un punto central común: Jesús no fue otra cosa que un pensador ilustre, cuyas enseñanzas fueron falsificadas por sus seguidores que en vez de construir el Reino de Dios –entendido como una enseñanza sapiencial puramente humana- construyeron una religión basada en la ficción de la divinidad de Cristo, en su resurrección y en una serie de instituciones, sacramentos y normas morales que no derivan de la predicación de Jesús sino que son una reconstrucción posterior que, en mayor o menor grado, falsifica la herencia del auténtico Jesús.

En estas novelas sus protagonistas se convierten en héroes que luchan por descubrir la verdad oculta durante siglos a la humanidad, conocida sólo por organizaciones secretas y por la Iglesia católica.

La negación de la cristología y de la escatología de la Iglesia católica y de la mayor parte de las confesiones cristianas son el común denominador de estos autores, que al escribir obras de ficción no están limitados por las normas profesionales de la historia.

Lo que ellos hacen es hacer literatura, mejor o peor según los autores. Ellos escriben ficción no historia. Pero es una ficción que niega las creencias más íntimas del cristianismo.

La moda de negar al Cristo de la fe y reconstruir una imagen puramente humana de Jesús no es ni nueva en la Historia ni se limita a la literatura –está presente igualmente en la literatura académica histórica y teológica-. En cierto sentido representan una vulgarización –en forma de relatos de ficción- de tesis defendidas anteriormente en formatos más complejos y menos accesibles al público en general.

Como soy un convencido defensor del valor de la libertad, incluida la libertad para decir tonterías, no comparto el criterio, defendido por otras religiones, que pretende limitar el derecho de los escritores a escribir libremente, incluso cuando lo que escriben ataca los fundamentos de mi fe.

Pero me preocupa la indiferencia con la que los cristianos nos estamos tomando este sistemático ataque contra nuestra fe. Sobre todo porque el fenómeno tiene que ver con algo que no podemos negar, que la fe religiosa de muchos cristianos, quizás de una mayoría, tiene más de tradición social –en declive- que de reconocimiento personal de los fundamentos de la fe y de sus implicaciones. De alguna manera, estos novelistas ofrecen a muchos cristianos sólo una base para racionalizar por qué no creen en la Fe de sus padres.

El fenómeno de la literatura de la negación de Cristo es un síntoma de una sociedad post cristiana en la que los creyentes deberemos asumir que deberemos ser fieles a nuestra fe como los primeros cristianos, en un mundo pagano que debemos evangelizar de nuevo.


Emiliano Jiménez
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