Hay crisis y todo está muy difícil, pero eso no supone dejar de consumir y gastar en cosas superfluas que ya lo han dejado de ser, porque nosotros las hemos hecho necesarias. Quizás haya menos gentes gastando, porque también hay menos gente ganando y con trabajo, pero sólo se aprieta el cinturón aquel que tiene serios problemas.
Estamos predispuestos a no sentir sino en nuestras propias carnes, y cuando otros lo pasan mal no tomamos medidas hasta que nos pase a nosotros. Valores como la solidaridad, responsabilidad y toma de conciencia sólo son ejercitados cuando los problemas nos afectan. Por eso, todo lo que ocurre a nuestro alrededor es parte de nuestra propia culpa y, aunque indiferentes y ajenos, también nosotros somos culpables.
Cuando me acerco a los contenedores de basura, observo que hay mucha basura reciclada, pero también veo que hay mucha gente que no recicla. Para unos el problema es de la colaboración de todos, pero para otros no existe problema, o en su caso, parece que el problema no es de ellos sino de los que tienen que reciclar. Por eso, los males nos pertenecen a todos y mientras todos no hagamos lo que nos pertenece a cada uno, todo seguirá igual.
Y mientras, los aeropuertos llenos, las maletas llenas de cosas... Van llenas y vienen repletas hasta el punto de añadir alguna de más porque lo adquirido no cabe en las primeras. Consumo y consumo y... Una pregunta: ¿Para qué tanto consumir? ¿Es que a donde me dirijo puedo llevar tanto traste y cosas caducas? ¿Por qué correr?
¿Quizás por correr llego antes a la verdadera meta que tengo que preparar y cuidar? ¿Me sirven de algo tantas cosas que ni utilizo mucho aquí en este lugar? ¿Dónde las voy a llevar? Posiblemente hagan muy pesada mi marcha, más lenta y me impidan avanzar. Se hace necesario aligerar el paso, estar más ligero, más predispuesto a liberarme, a volar libremente para poder seguir el verdadero vuelo que me haga libre.
Creo que es momento de pararnos, reflexionar un poco y meditar si mi vida tiene sentido de llenarlas de tantas cosas, muchas innecesarias, y de correr tanto sin saber cual es mi destino, porque sólo hay una meta con sentido: el momento de la muerte, última etapa de este tren, pero el principio del tren que nos llevará al verdadero destino. Es ese el que hay que preparar.
Estamos predispuestos a no sentir sino en nuestras propias carnes, y cuando otros lo pasan mal no tomamos medidas hasta que nos pase a nosotros. Valores como la solidaridad, responsabilidad y toma de conciencia sólo son ejercitados cuando los problemas nos afectan. Por eso, todo lo que ocurre a nuestro alrededor es parte de nuestra propia culpa y, aunque indiferentes y ajenos, también nosotros somos culpables.
Cuando me acerco a los contenedores de basura, observo que hay mucha basura reciclada, pero también veo que hay mucha gente que no recicla. Para unos el problema es de la colaboración de todos, pero para otros no existe problema, o en su caso, parece que el problema no es de ellos sino de los que tienen que reciclar. Por eso, los males nos pertenecen a todos y mientras todos no hagamos lo que nos pertenece a cada uno, todo seguirá igual.
Y mientras, los aeropuertos llenos, las maletas llenas de cosas... Van llenas y vienen repletas hasta el punto de añadir alguna de más porque lo adquirido no cabe en las primeras. Consumo y consumo y... Una pregunta: ¿Para qué tanto consumir? ¿Es que a donde me dirijo puedo llevar tanto traste y cosas caducas? ¿Por qué correr?
¿Quizás por correr llego antes a la verdadera meta que tengo que preparar y cuidar? ¿Me sirven de algo tantas cosas que ni utilizo mucho aquí en este lugar? ¿Dónde las voy a llevar? Posiblemente hagan muy pesada mi marcha, más lenta y me impidan avanzar. Se hace necesario aligerar el paso, estar más ligero, más predispuesto a liberarme, a volar libremente para poder seguir el verdadero vuelo que me haga libre.
Creo que es momento de pararnos, reflexionar un poco y meditar si mi vida tiene sentido de llenarlas de tantas cosas, muchas innecesarias, y de correr tanto sin saber cual es mi destino, porque sólo hay una meta con sentido: el momento de la muerte, última etapa de este tren, pero el principio del tren que nos llevará al verdadero destino. Es ese el que hay que preparar.
2 comentarios:
Y cómo nos aferramos después a las cosas! Es cierto que tenemos demasiadas cosas supérfluas y necesitamos aprender a hacer uso de ellas, no a acumular.
Pienso que es una prioridad educar a nuestros hijos en ese sentido. No se trata sólo de dar un dinero para determinada causa, sino de dar de nuestro tiempo y de aquello que tenemos, sin aferrarse a las cosas.
Estimado hermano Salvador:
Dios llena de plenitud nuestras almas y nuestras vidas. Con Él apenas necesitamos nada.
Muy acertada esta entrada y más en los tiempos que corren.
Un abrazo en Xto. Nuestro Señor.
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