jueves, 10 de septiembre de 2015

NO PODEMOS ESTAR TRANQUILOS

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Un creyente en Jesús de Nazaret no puede permanecer tranquilo mientras haya hombres que no quieran darse cuenta de la Verdad. Ese es el impulso que nos impulsa, valga la redundancia, a proclamar el Mensaje de Salvación que Jesús nos invita a proclamar. 

No es cuestión de imponer, ni de exigir, ni siquiera de machacar. Se trata de serenamente darle respuestas a sus propios interrogantes y a su búsqueda de felicidad. Descubrirle, o ayudarle a descubrir que lo que busca no se encuentra en este mundo y lo que este propio mundo le ofrece. Se mueve en un mundo finito donde nada se sostiene y todo se gasta y acaba. Así que encontrada la aparente felicidad buscada, desaparecerá al poco tiempo, y todo queda y vuelve a ser igual.

Este es camino cansino, vacío y absurdo al que te somete el mundo. Ilusiones falsas y aparentes. Espejismo que no conducen sino a desesperar. Alguien dijo que la felicidad es ilusión, mantener ilusiones. ¿Pero qué ilusiones? Porque las ilusiones de este mundo son ilusiones sin respuestas, sin base ni sostén, pues son caducas y se gasta por sí solas.

Por eso, debemos estar siempre disponibles, atentos y dispuestos a descubrir al hombre la Verdad. La única Verdad y el único Camino, Jesús de Nazaret. Él es la verdadera ilusión que permanece, que es real, que no se desvanece, que, incluso en los momentos de confusión, de desasosiego, de nublados horizontes, mantiene la esperanza y la ilusión de una vida nueva y plena de dicha eterna.

También, porque al compartir la fe y transmitirla nos fortalecemos nosotros y nos llenamos de gozo y amor que ilusiona nuestro camino y vivifica nuestro corazón. Nadie puede guardar algo tan gozoso y grande dentro de su corazón. Necesita transmitirlo y darlo, porque realmente te convierte en amante cuando eres capaz de dar amor. Amor del que enseña y nos da Jesús.

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