miércoles, 16 de septiembre de 2015

¿TE ATREVES A COMPARITIR LO QUE PIENSAS DE JESÚS?



Esa fue la pregunta que puse en la pizarra y recomendé al grupo de catequesis que asiste a la reunión en la cárcel de Lanzarote. Se trata de reflexionar sobre la pregunta de Jesús en el Evangelio del domingo. Y quiero compartirla hoy con ustedes desde mi propia reflexión. Creo que no es justo pedir lo que tú no estás dispuesto a dar.

No cabe duda que ellos saben mi opinión de Jesús. Y digo mal, más que mi opinión mi experiencia de encuentro con Jesús. No podría situar el momento en mi vida que se produjo el encuentro. Mejor diría que fue un encuentro de muchos encuentros cada día. Si diría que fue un impacto, una decisión que me hizo pensar que la vida no serviría para nada si no tiene la esperanza de salvación final.

Es decir, si voy a morir qué saco con cuidarme y preocuparme por lo que le ocurra al otro. Se trata de vivir bien el tiempo que la vida me lo permita. Y lo demás no me interesa. Pero si no muero la cosa cambia. Si mi vida no termina aquí sino que continúa, ¿qué me puede ocurrir si la pierdo aquí para siempre allá? 

La situación es comprometida, pero las decisiones que hay que tomar también lo son. En la vida hay que tomar compromisos, compromisos de los que dependerán la estabilidad y sentido de tu vida. Una vida sin decisiones comprometidas se queda a merced de los vientos que soplan de un lado u otro, y es arrastrada sin rumbo por los caminos que no se saben a qué conducen. Seguramente a la muerte.

El compromiso es el viento que afirma el palo del barco y con la quilla (decisión) fija estable y permanente el rumbo que le da sentido a su propia navegación. Es fácil ver el rumbo de tu vida si descubres tus compromisos y decisiones, porque ellas desvelarán tu ruta de navegación.

Mi ruta está bien trazada, al menos clara y decidida. Mi palo grande y la quilla de mi barca tienen rumbo fijo al Señor. Jesús de Nazaret es mi destino, mi puerto, mi rumbo, mi vida y todo mi ser. Él es la prioridad de mi vida, y en Él tengo puestas todas mis esperanzas. Él decide el bien de mis actos y mis acciones pasan por su Juicio y Voluntad. Porque Él es el Hijo de Dios y en El seré resucitado al final. En el Evangelio del domingo nos lo dice claro. Léelo con paciencia y reflexiona bien. Es una descripción de quién es y del camino a seguir.

Pero también soy consciente de mis fallos, y de que a veces no le escucho bien, o trato de mirar para otro lado. O mi debilidad humana se resiste a hacer su Voluntad. Confieso mis pecados y arrepentido me descubro en confesión y pido su Perdón y Misericordia. De cualquier forma mi rumbo está trazado y, le pido fuerzas para que no lo pierda y me mantenga firme en Él.

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