A veces todo consiste en observar y sacar conclusiones. Conclusiones que cuando buscan el bien y la verdad despiertan y descubren la apatía, indiferencia o desinterés de los que verdaderamente deben preocuparse por el bien de los ciudadanos.
Porque, ¿o para qué se presentan al cargo?, posiblemente este poco interés de la Casa Consistorial descubre que su prioridad no es preocuparse o buscar el bien de los ciudadanos, salvo despiste sin mala intención que todos padecemos.
El asunto es que los taxista también son clientes. En este caso del Ayuntamiento y del servicio que prestan a la ciudad. El caso que nos ocupa, resulta que son los taxistas quienes casi siempre esperan a los clientes. Pero, por eso, no dejan de ser personas. Y se las ven y desean para protegerse del implacable sol o del necesario descanso mientras llega el cliente.
Dentro del coche o fuera el calor llega a ser casi insoportable. No me mueve ningún interés. Ni siquiera nadie me lo ha insinuado. Ocurrió que pasando por allí, y han sido varias veces, me he compadecido de su implacable asedio al sol sin remisión.. Me he imaginado tener que soportar ese amenazante sol y casi sentirlo en mi cuerpo sin saber donde güarecerte o protegerte de su acción.
Esa incomodidad y sofoco puede repercutir en el bien de todos, porque un conductor malhumorado puesto al volante y responsables de otras vidas es un serio peligro y no beneficia a nadie. Me imagino al Sr. consejal responsable, o al mismísimo alcalde probando a ser un día taxista y permanecer al sol. Supongo que ese caso sobran palabras.
El sentido común es adecuar la parada para que los taxistas puedan esperar cómodamente a sus clientes y sentirse protegidos del sofocante sol y descansados. Supongo que así podrán estar mejor para servir a sus clientes.
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