martes, 15 de febrero de 2011

CORDEROS ENTRE LOBOS


Cuando miramos al pasado lo hacemos con cierta violencia mezclado de nostalgia y recuerdos, pero siempre resentidos del recuerdo de padecer opresión y ataduras que nos impedían expresarnos y manifestar nuestros pensamientos. Posiblemente, como he dicho alguna vez, concretamente en el artículo anterior, cargadas de buenas intenciones y como en prevención de las experiencias vividas tras los enfrentamientos de la República y la guerra.

El miedo a que, dando libertad para que te expresaras, se desatará una nueva contienda, o fuera imposible reconstruir un país en paz, aún aparente, fue mayor que permitir el derecho a la libertad. También, al menos yo lo creo así, eso, en la intención, derivó por los siempre oportunistas y aprovechados buitres en abusos, castigos y sometimientos. Pero en el fondo no había ninguna ideología ni segundas intenciones, pues la prueba de todo ello fue los 40 años de progreso y bienestar hasta desembocar en la transición en paz, modelo para todo el mundo. 

Indudablemente, no fue perfecto y hubo muchos que lo pasaron mal, pero es imposible que llueva a gusto de todos. Sin embargo, ahora no es lo mismo. Ahora, y mucho cuidado, se esconde unas segundas intenciones ideológicas que, tomando el modelo anterior, tratan de conducir el país dejándolo expresarse pero cortando sus efectos públicos. Es decir, hablen todo lo que quieran pero de puertas para dentro. No me interfieran el patio donde ahí sólo tiene derecho y capacidad de maniobra el Gobierno.

Una prueba es Internet. Empieza a molestar y su capacidad de expresión llega a todos los lugares. Puede influir en la opinión pública e inquietar y despertar a muchos que yacen dormidos e indiferentes. Y, consecuencia, se piensa que hay que callarlos y cortarles el pico. ¿No es esto dictadura?

Se busca limitar la libertad de conciencia. En las postrimerías del franquismo, desde los sectores más tolerantes del régimen se proponía que cada cual pensara como mejor le pareciera, siempre que no lo hiciera en público. Hoy, el Gobierno ha hecho suyo este planteamiento adaptándolo a su conveniencia: las creencias individuales pertenecen al ámbito de lo privado. Y sólo pueden asomarse a la plaza pública en la forma en que lo determine la ley.

Porque todo lo dicho en la tertulia queda en la tertulia; todo lo compartido en el bar queda en el bar. No trasciende, no implica ni compromete. No se entendería que asistiendo unos ocho millones de españoles a misa se pueda aprobar una ley contra el aborto. Algo no cuadra. Y es que mientras se hable en los templos nada trasciende fuera, porque sólo se va a cumplir con el mínimo pero no a vivir la Palabra proclamada. No hay compromiso sino instalación, complicidad. Tú me dejas y yo me cayo. Y sabido que esto ocurre, es la realidad que vivimos, la corriente va a su favor.

No estorban los principios y creencias de los ciudadanos, libertad para que cada uno piense lo que quiera, pero siempre y cuando queden recluídos de puertas para adentro. Lo que pone en riesgo sus planes es la visibilidad de esas creencias, su libre ejercicio ante la opinión pública.

Así se justifica y se comprende la persecución a la Iglesia, a la libertad de educación religiosa, Internet... Esto si perjudica y no se tolera. ¿Es esto libertad señores demócratas? ¿Cómo se puede defender una cosa y hacer otra? ¿Es esto serio? ¿Y la oposición, por qué no actúa y desenmascara la trama? ¿Es qué piensa hacer lo mismo?

Se trata de borrar todo vestigio que nos identifique, toda cultura que explique nuestra idiosincrasia y principios, todo nuestro ayer que construye nuestro presente y determina nuestro futuro. Se trata de una visión seudomilenarista que se concreta en el ámbito ideológico, cultural, legislativo, social y político. Se trata de tomar de la realidad lo que estorba para alterar su significado. Y de este modo, borrados los elementos molestos, la propia realidad termina desapareciendo, sustituida por una creación gratuita y artificial que, sin embargo, sigue utilizando los mismos códigos culturales y lingüísticos.

Desbarata la única y verdadera familia, llamándola tradicional, para confundirla con pasado y caduco, para dar paso a nuevos tipos de mal llamados familias progenitores, con libros de registros, no de familias, donde se hace constar el progenitor 1, 2 o tres...etc. Matrimonios que no responden al término matrimonio, porque rompen todo concepto y se apropian de los que no le pertenecen. No cuenta la naturaleza, el hombre domina, y tú puedes elegir lo que quieres ser. Ahora macho, mañana hembra, todo depende de lo que te interese. Ya no se sabe ni con quien puedes estar relacionándote.

No hay diferencia entre mujer y hombre, todos somos iguales. Lastima que no hayan podido conseguir que el hombre pueda gestar, pues de poder ya estaríamos hablando de papas embarazados. Y en este contexto, el sexo se convierte en el centro de toda relación. Ya no hay fidelidad, sino hasta que convenga. Cuando no sea así puedo elegir otro gallo o gallina del gallinero. No pasa nada. Los pollitos se cuidaran solos. 

Por eso acontece se dueños de la vida y elegir al pollito que quiero. Y hablo de pollito porque los niños nacidos en el vientre de sus madres, gestados para salir a este mundo, tienen menos valor que un pollo. Se mata, se viola el derecho a la vida y llegamos a verdaderas locuras hasta que, por este camino, construyamos nuestra propia destrucción.

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