jueves, 5 de abril de 2012

LOS RESORTES QUE NOS MUEVEN

Motivación… el motor que nos mueve ...

Se le da muy poca importancia a la reflexión. Sí, en la teoría es valorada, pero se practica muy poco, por lo que nuestra primera afirmación no está fuera de lugar. Aquello que no se hace, en realidad vale poco.

Sin embargo, cuando el agua nos llega al cuello nos movemos rápidos y cautelosos. Mientras permanecemos instalados en nuestra zona de confort sin molestarnos mucho por lo que ocurre a nuestro alrededor. Y eso, en mi humilde opinión, es una forma de excluir a los demás. Porque si no tienes en cuenta a quién está a tu lado, estás de alguna forma diciendo que tampoco te importa quién está a tu lado. Y eso se llama exclusión.

De tal forma que hay muchas personas excluidas de la sociedad que, aparentemente, no parecen excluidas, pero sí lo están. Esas personas están pero no existen para aquellos con los que conviven. Sufren, padecen, están solas... pero nadie de sus convecinos se da cuenta. Están incluidos, pero son excluidos. Están muertos para los demás. Y claman por un libertador que los liberen de ese individualismo al que se ven sometidos.

Hay otro tipo de personas que estando de forma activa y notoria en la sociedad, son excluidos porque sus aportaciones molestan, incordian, hablan en la verdad y la justicia, y... Prefieren apartarle, silenciarle para que no interrumpan sus planes, sus mentiras y egoísmos. También son excluidos, y se les marginan para que no sean oídos. Igual que los primeros necesitan ser liberados, y buscan un libertador.

Necesitan ser escuchados, aceptados en la relación, tratados con afectos y cariño...etc. Y cuando son tratados de esa forma, la gente, entre las que estamos incluidos nosotros, actuamos de forma extraña, como si no los entendiéramos. Nuestro comportamiento se muestra contradictorio con nuestro pensamiento, porque pensamos de una forma y actuamos de otra. Sin darnos cuenta imponemos, más que proponemos.

Y claro, no es de extrañar que ante un comportamiento, llamado por el mundo normal, estas personas se sientan rechazadas, excluidas, marginadas... Necesitan todo lo contrario, ser tenidas en cuenta, valoradas, aceptadas, respetadas, perdonadas y amadas. Es ese comportamiento el que las atrae y las cambia. 

¿No fue ese el comportamiento de Jesús de Nazaret?

Nuestra forma de competir nos inclina al individualismo, a no compartir. Queremos ser mejores que el otro, y competimos para ganar, para estar por arriba, para ser los primeros y ocupar los primeros puestos. Ya Jesús nos advirtió de eso. Y esa nuestra forma de ser, excluye, margina, aparta... Y aumenta nuestro individualismo, nuestro consumo, nuestro tener y tener.

¿Somos fermentos en la acogida en el mundo en que vivimos?

Contaminas y nos dejamos contaminar por esos gases del individualismo, la indiferencia, la incomunicación, la insolidaridad... Sin embargo, algunos reciclamos nuestros residuos materiales dándole más importancia que a las personas. Porque en la medida que consumamos toda esta lluvia ácida de la insolidaridad, del materialismo, de las riquezas... otros padecerán las consecuencias y sufrirán los efectos contaminantes que los excluyan de un mundo habitable y mejor para todos.

La solución no está en un gobierno que acabe con todo esto, porque no existe y no lo hay. La solución está en ti y en mí. En nuestra actitud por ir cambiando todos estos hábitos y actitudes. Lo pequeño hace que cambie y se transforme lo grande. Un grano de mostaza llegará a hacerse grande y poderoso, pero fertilizado en la buena tierra con el abono del amor. Es la grandeza de lo pequeño que se hace grande. Así lo hizo nuestro Señor Jesucristo, abajándose a la naturaleza de hombre y despojándose de su Divinidad, se hizo pequeño para salvarnos.

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