Mi vida tiene contradicciones. Contradicciones porque hay como dos partes que aparentan conocerse. Saben quiénes son, pero eluden encontrarse y caminan cada una por lados opuestos. Viven en apariencias, pero no son coherentes.
Mientras la una parece piadosa, cumplidora y santa, litúrgicamente hablando, la otra se muestra indiferente, egoísta e individual. Mientras una reza, la otra sólo se mira su propio ombligo. Mientras una vive la liturgia sólo de puertas adentro, la otra la esconde cuando sale a la calle o se mezcla en sus ambientes. Son dos vidas paralelas que no se unen ni se conocen, y lo peor, ni se esfuerzan en conocerse.
Son dos vidas que parecen tener dos señores, uno bueno y otro malo. Uno que parece hablarme de los demás, y otro que sólo me recuerda que el único importante soy yo. Uno que me recuerda que hay hermanos que sufren, y otro que sólo me recuerda que la vida es para vivirla y disfrutarla egoístamente. Son dos vidas que entran en contradicción y que, estando en conflicto, yo las apaciguo y las llevo sin que se enfrente ni se interpelen.
¡Señor!, no permitas que mi corazón se divida. No permitas que mi vida quede fragmentada por el pecado e indiferente a tu Gracia. No permitas que el poder del Maligno me confunda y me aparte de Ti. No permitas que mi vida se derrumbe encandilada por las luces opacas y oscuras de este mundo caduco y vacío.
Dame, Señor, la luz de vivir una sola vida. Una vida reflejo de mi relación contigo expresada en mi relación con los hermanos. Una vida entregada libremente por amor y edificada en tu Amor. Amén.
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