Cuando uno lleva el honor de pertenecer a un determinado club, uno lo proclama y lo transmite sin darse cuenta. Eso va clavado en su corazón y sale en cualquier momento. Sus colores se descubren cuando, llegado el momento de la competición, del diálogo o de la afición, se defiende o se manifiesta sus amores deportivos.
De la misma forma, y todavía más, ocurre con la fe. La fe es la verdad en la que uno cree, y tratándose de la fe en Jesús de Nazaret, toda tu vida queda cogida por esa creencia. Porque creer en Jesús significa creer en la Vida. Una Vida gozosa y eterna. ¡Una Vida para Siempre! Y eso coge todo tú ser, todo tú vivir, tú trabajar, todas tus relaciones, toda tu vida.
Esa fe se descubre y se nota en todos tus actos, en tus formas de relacionarte, en tus pensamientos, en tus acciones, en tu forma de vivir, de divertirte, de tu alegría, de tu disponibilidades, de tus actitudes, de tus atenciones, de tu escucha, de... Nadie obviará tu fe y tu sentir cristiano, porque la fe no sólo se vive sino que también se nota. No se puede falsear, porque quien dice una cosa, pero hace otra está transmitiendo lo contrario.
Por lo tanto, es fácil evangelizar, porque sólo con vivir según la Voluntad de Dios lo haces. Otra cosa es que te sientas llamados para mayores empresas, porque posiblemente tendrás esas capacidades. Y, claro, si puedes dar más no debes quedarte en menos. Posiblemente nosotros nos complicamos mucho la vida, y nos exigimos equivocadamente.
Porque sólo el Espíritu Santo sopla y mueve, sólo que hay que encontrar a quien se deje mover, y eso ya no es ni mal no problema nuestro. Pues nos dice Jesús que muchos son los llamados, pero pocos los elegidos.
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