jueves, 7 de agosto de 2008

AL CRISTIANO SE LE TIENE QUE NOTAR (II)






Al cristiano se le tiene que notar lo que es. Lo tienen que notar sus vecinos, lo tienen que notar los pobres, los enfermos, en su trabajo y, claramente, en el ámbito de la familia y del matrimonio. Con estas palabras, el cardenal arzobispo de Madrid, don Antonio María Rouco Varela, sintetizaba la urgente necesidad del testimonio católico en la actual sociedad secularizada.


Sí se es, se nota y como consecuencia del ser nace el compromiso y la acción apostólica en el acontecer de nuestro vivir cristiano. Porque cuando se es, consecuencia de mi encuentro personal con CRISTO, todo lo de alrededor no tiene valor sino en cuanto y como está dirigido en CRISTO y por CRISTO. Sin darnos cuenta dejamos de ser para nosotros, para ser de CRISTO y vivir en ÉL. Son las palabras de Pablo y de todos los santos: no soy yo quien vive en mí, sino que es CRISTO quien habita y dirige mi vida.


Y esto no es una fantasía ni una quimera, ni utopía sino el resultado de un encuentro sereno, serio y profundo con JESUCRISTO. Es el camino por el que han pasado todos los santos y por el que, una vez encontrado, difícilmente se deja de caminar por ÉL, pues es la plena felicidad que buscábamos y a la que todos estamos llamados.


Y en este camino anda nuestro amigo Eduardo y a quien animó desde estas humildes palabras para que persevere y no desfallezca, pues el camino es estrecho y angosto, pero es el único que nos descubre la plena y eterna felicidad. Desde ahí, por todos los dones que has recibido de nuestro PADRE DIOS, puedes testimoniar al mundo, como ya estas haciendo, que la única vocación del hombre es vivir en la presencia de DIOS.

AL CRISTIANO SE LE TIENE QUE NOTAR (I)





Muchas de nuestras controversias y penas están fundamentadas en nuestra propia pobreza testimonial. A menudo nos lamentamos o nos culpamos de nuestros malos testimonios. Reconocemos que llevamos un gran tesoro en vasijas de barro. Somos limitados, cargados de defectos, de apetencias, de egoísmos... etc. ¡Cuantos desearíamos ser mejores y dar un mejor testimonio! Quizá nuestro mejor testimonio es que, a pesar de no dar la talla, seguimos perseverando porque, ¿a donde iremos, SEÑOR, sólo TÚ tienes Palabra de vida eterna?

Consecuencia de todo esto es la necesidad de acercarnos ininterrumpidamente a los medios que el SEÑOR nos ha dejado, por medio de su Santa Iglesia, los Sacramentos, para potenciarnos y contar con su Gracia para irnos perfeccionándonos en nuestro peregrinar hacia ÉL. Cuanto más cerca se está de ÉL, más necesitamos de ÉL. La Eucaristía, su Cuerpo y Sangre, es el alimento que no nos puede faltar y si podemos comerlo diariamente mejor que mejor.

Nuestro testimonio está en testimoniar, valga la redundancia, la necesidad de purificación de nuestras imperfecciones, pecados, apegos, codicias, vanidades, egoísmos... etc. No los que vamos y nos acercamos somos mejores que los que no van, sino que nos hemos dado cuenta que necesitamos ir para ser mejores. Porque en eso, en ser mejores, radica nuestra plena felicidad. ¿Quien no ha sentido una inmensa satisfacción cuando ha hecho algo que sabe que es bueno?

El testimonio de Eduardo Verástegui debemos recibirlo y acogerlo desde esta perpectiva. Un hermano que ha descubierto que la felicidad plena y eterna no está en la música, ni en los placeres, ni en el dinero, ni en la fama, ni en el amor concuspiscente, ni en nada de lo que este mundo te ofrece, sino que está en nuestro PADRE DIOS, al que llegamos a través de nuestro SEÑOR JESUCRISTO. Felicidades Eduardo.

martes, 5 de agosto de 2008

TRATA DE ESCUCHAR LA TRAGEDIA QUE SUCEDE EN TU SENO.






A la hora de decir algo sobre lo que ocurre en las horas previas a la decisión de querer abortar, es fácil imaginar lo que puede estar pasando. No es tan fácil decidir si se piensa que pasaría si cambiasemos el lugar de la mamá con el del bebé. Sólo es cuestión de pararse y pensar un poco que no estamos solos, ni tampoco estamos hechos para decidir por nosotros solos. Sin los otros nuestra razón de ser no tendría sentido. Somos seres creados para la relación.

Otra forma de ver estos acontecimientos se fundamenta en la decisión de nuestra libertad. Hemos sido creados libres, pero primero, antes de decidir libremente, debemos pararnos y clarificar el concepto de libertad, hoy tanto en boga y adulterado en aras de hacer mi voluntad y mis intereses. Porque de encontrar luz en el significado del concepto libertad en su sentido pleno, va a depender nuestra manera de poner en práctica nuestra voluntad y nuestra razón.

Libertad es la capacidad de elección que tiene la persona humana en administrar su voluntad y razón para hacer el bien y buscar la verdad. Esto implica la posibilidad de elegir entre el bien y el mal, y por tanto, de crecer en perfección o de flaquear y pecar. La libertad caracteriza los actos propiamente humanos, los animales no son libres, no tienen poder de decidir. Se convierte en fuente de alabanza o de reproche, de mérito o de demerito. El ejercicio bueno de la libertad es loable, y el ejercicio malo es reprochable. Somos, pues, responsables.

Somos seres débiles que nos dejamos arrastrar por lo que el cuerpo nos pide. Estamos condicionados por nuestros egoísmos, pero, ¡ojo!, no determinados, pues por nuestra voluntad y nuestra razón podemos luchar contra la dejadez y esforzarnos en el bien y la verdad. Seremos nosotros en último término los responsables de nuestros actos, porque nuestra libertad es una fuerza de crecimiento y maduración que nos va llevando, en la medida que nos esforcemos en ser libre, a la verdad y la bondad. Todos sentimos esos deseos en nuestro interior.

La libertad alcanza su perfección cuando está ordenada a DIOS, nuestra Bienaventuranza. La libertad es imperfecta cuando pierde a DIOS en su vida. La libertad es plena cuando busca el bien. Hasta que no descansemos en DIOS, la libertad implica la posibilidad de elegir entre el bien y el mal y, por tanto, de crecer en perfeción o de flaquear y pecar. La libertad del hombre fundamenta la moral cristiana. La moralidad es posible en cuanto el hombre es libre, pues en los animales a nada se puede optar: todo está determinado. De lo que podemos deducir razonadamente que, es el hombre quien construye o destruye dependiendo de su cercanía a DIOS, la Verdad Absoluta, o su lejanía y práctique el mal.

El mapa del genoma humano es tan solo, geneticamente, un tres % diferente del de una rata u otro animal. ¿Cual es, pues, la abismal diferencia entre el hombre y los animales? Los genes no determinan al hombre. Lo condicionan, pero no lo determinan. De la misma forma ocurre con el entorno social y cultural. Es la libertad la que determina al hombre a través de su voluntad y razón. Deducimos logícamente que es el hombre quien se autodetermina y, por lo tanto, tiene un componente, diferente al del animal, espiritual: "el alma", que a través del entendimiento y la voluntad nos hace libre para determinarnos.

Ahí está contenido todo el mal pedofilo, homoxesual, aborto, terrorismo, injusticias... contrarios a la ley natural que llevamos dentro cada uno. Y mientras exista el mal siguirá existiendo todas estas cosas, más los que creemos en JESUCRISTO, el HIJO de DIOS hecho HOMBRE, luchamos esperanzados en que cuando el vuelva, según su promesa, se hará un Reino de paz y amor.

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