No debe sorprendernos si nos dicen que tenemos que tomar una decisión vital en nuestra vida. Tan vital que será la más importante, pues de ella dependerá que tengamos vida abundante y llena de gozo y plenitud. Así de sencillo y fácil, pero así de claro y verdadero. No se trata de una quimera o una fantasía, ni tampoco de una hipotética decisión. Se trata de que nos jugamos la eternidad plena y gozosa con nuestra elección.
Todo consiste en elegir un camino, el de la vida y sus ofertas de poder, de riquezas, de placer, de lujuria, de prestigio, de... (añade todo lo que desearías conseguir); o elegir el otro, el de la puerta estrecha que te exige despojarte de poder, de riquezas, de placeres egoístas y superfluos, de egoísmo, de vanidad y prestigio, de lujuria e infidelidades ausentes de compromiso, de... (descubres más renuncias que te ayudan a compartir y darte por amor).
No es nada fácil, pero es el mejor camino y el que conduce a la vida eterna. Y no estás solo, sino que en la medida que te esfuerces, recibirás fuerzas para poder cumplirlo y vencerte. Sólo necesitas decidirte y elegir, elegir y empezar a dar pasos que te acompañen por ese camino. Sí, lleno de riesgos y oscuridades a veces, pero nunca solo, siempre con el Espíritu Santo a tu lado. Sólo necesitas sacar el billete y echarte a volar.
Imagina, por ponerte un ejemplo que pueda alumbrarnos, que recibes una llamada en tu móvil. Una voz que parece lejana te habla del otro lado del charco, y te descubre una herencia de un pariente lejano que se ha acordado de ti. No teniendo a nadie a quien dejársela, te ha designado su heredero. El notario te habla de unos 250 millones de € que te esperan en el Banco, pero tienes que hacer acto de presencia e ir allí.
La pregunta es: ¿te lo crees? ¿Decides tomar los riegos que comporta hacer tan largo viaje? Sólo hay una manera de saberlo: Ir y comprobarlo. Pues esa herencia existe, pero infinitamente mayor, incalculable.
Tu Padre Dios espera que recibas la noticia, la escuches detenidamente, reflexiones y elijas ir a buscarla. Te espera con los brazos abierto.