Así pensamos todos y no nos falta razón: Evidentemente, tenemos derecho a vivir. Sin embargo, podríamos pararnos un poco y contemplar este criterio más detenidamente. Y se me ocurre preguntarme: ¿Dónde realmente está la vida? Porque quizás estamos reclamando parte de la vida, pero no la verdadera y auténtica vida.
A la hora de reclamar lo importante es reclamar la totalidad de lo deseado. Y está claro que la vida si no es eterna sólo se queda en una vida parcial, no total. Porque todos deseamos en lo más profundo de nuestro corazón vivir siempre, ¿no es así? La eternidad es lo que nos mueve a la lucha por la vida.
Pues bien, buscar el derecho a vivir es buscar la vida para siempre, y eso nos lleva a reflexionar de forma muy profunda y trascendente. Y de ello se desprende una nueva forma de vivir y de defender la vida, porque si la vida es vida para vivirla, valga la redundancia, eternamente, ello supone que esa eternidad la hemos recibido y de recibirla no tenemos derecho a quitárselas a otros. El aborto estaría, por todos los lados que lo miremos, fuera de lugar.
La vida no se discute porque es para vivirla, y vivirla para siempre. Porque no termina, la muerte es un paso para la verdadera vida. Todo cambia desde esta esperanza.