Es algo muy sencillo, simplemente mirarnos y ver si nuestra piedad está respaldada por nuestras obras. Porque ocurre que tenemos una hoja de piedad bastante completa, pero si no hay obras estará muerta. La fe necesita obras para estar viva y dar sentido a nuestros actos de piedad.
Pero no nos vayamos a acciones heroicas o grandiosas. ¡No!, simplemente nuestro obrar y sentir de cada día. En donde estamos ubicado. Cuando te diriges a una persona notas su educación o su bondad en la manera de escucharte, atenderte y responderte. Su celo y preocupación por servirte dan testimonio de su fe, y lo hace simplemente amándote en el servicio.
Se nota cuando una persona está llena de Dios. Se nota su control, su responsabilidad, su forma de mirarte y atenderte y hasta de responderte. Esas son las obras que te pide tu fe. No se trata de irte a hacer grandes cosas. Eso te lo pedirá Dios si te quiere para algo en concreto, y en la medida que le sirvas en las pequeñas cosas de cada día te elegirá para otras si así lo decide.
Pero lo verdaderamente importante es responder al Señor donde te ha puesto, sin más traumas ni problemas porque puede ocurrir que sea el diablo quien te esté confundiendo y tocando tu ambición personal. El Señor te ha dado unos dones y cualidades, y tú, asistido por el Espíritu Santo, con tu humilde esfuerzo tratas de desempeñar y cultivar. Y descubrirás si lo haces bien y tienes resultados y los frutos que vas dando.
Observarás también que, poco a poco, puedes ir dando más, y si así te ocurre, quizás el Señor te esté pidiendo ese esfuerzo. Pero todo irá viniendo sin prisas ni traumas. El Señor nos quiere mucho para atormentarnos y angustiarnos con cosas que quizás no nos correspondan. Se trata de llegar capitán y no quedarte en sargento si has recibido talentos para ello.