Nadie puede negar que perseguir a otro esconde sus causas. Y, si en algún caso se puede justificar será debido a sus consecuencias perjudiciales y malas para alguna persona o bien común, Nadie es perseguido por antipatía o diversión, aunque las excepciones confirman la regla. Lo natural es que persigamos lo que es malo.
Sin embargo, hay muchas cosas que, siendo inofensivas, cargadas de buenas intenciones y de consecuencias buenas para todos, son perseguidas con ánimo de desaparecerlas y matarlas. No se nos esconde que la verdad es perseguida muchas veces, porque conviene, para muchos, la mentira y estorba la verdad.
Y, en repetidas ocasiones, se persigue la verdad, no de forma directa, sino no viviéndola plenamente sino a media. Es decir, vivirla en la mediocridad, con una vela para el mundo y otra para Dios. Supongo, porque no encuentro otras razones, por la que los cristianos, sobre todo los católicos, son perseguidos, y no de forma leve, sino con amenaza de muerte. Pienso que han llegado al convencimiento que no pueden acabar ni con la guerra fría, ni tampoco con las amenazas. Hay, habrán dicho, que borrarlos del mapa.
Jesús fue perseguido, y sus discípulos no van a ser menos. Han sido perseguidos y continúan siéndolos. Eso no hace sino testimoniar que, Él, Jesús, es el Camino, la Verdad y la Vida. Se persigue la Verdad de su Mensaje, de sus Palabras y el testimonio de sus Obras y su Vida.
Pero, resulta, que no persiguen a Alguien que ha muerto, sino a un Vivo. Jesús está Vivo, ha Resucitado, y si no han podido matarlo, ¿cómo van a terminar con Él? Ni tampoco con los que creen en Él y le siguen, porque serán también resucitados en Él.