Pero, junto a estas respuestas que experimento, siento la inquietud por saber donde está el mejor, o, por lo menos, quien dice la verdad. Y las conclusiones son siempre que la verdad sólo puede ser una y que los demás están mintiendo. O, simplemente, mienten todos, porque ninguno es el mejor. No hay nada, proporcionado a su valía, que sea el mejor, porque todo tiene imperfecciones y fallos y experimentamos que siempre todo es superado.
Sin embargo, todo se nos vende como lo mejor, porque no importa mentir sino vender aunque sea con engaño y mentira. Esto nos lleva a definir que toda meta está teñida de ambiciones políticas, económicas, de marcado interés productivo que redunde en obtener pingües beneficios personales o para singulares colectivos. Este imperialismo es producto de una concepción del hombre que se constituye como ordenador y controlados del universo y de los que habitan en él.
Todo este complejo mundo, movido por egoísmo de poder y de mando, se organiza de forma que un bloque unido por la industrialización y la intelectualidad vislumbra el poder de otro bloque que sólo posee la materia prima, ignorando como utilizarla, y que el universo ha puesto en sus manos. Creo que la fábula del cuervo y el zorro puede alumbrar muy bien la idea que quiero expresar: Unos, poderosos, astutos, industrializados, se dicen: hagamos que lo que tienen otros sea nuestro, aún de forma indirecta, y controlemosno para que no se vuelva contra nosotros.
Nacen de esa forma las luchas de unos que intentan subyugar a otros, y continuamos en ese camino, que va dejando muchas huellas de hambre, enfermedad, ignorancia, abortos, sida, drogas, ... muertes. Es el poder de unos contra otros; el control de unos contra otros; la causa de las crisis económicas que uno controlan para que otros obedezcan y les sirvan.
Y desde ahí me pregunto, ¿a quién creer? ¿Quién es de fiar? ¿Dónde está la verdad? Tanta literatura, tantos puntos de vista, tantas críticas y defensas que no tienen crédito ni testimonian la verdad, sino su verdad. Sólo puedo creer en ALGUIEN que la defendió con su vida, la predicó con su Palabra, y la experimentó con sus obras y su entrega hasta morir entregándose totalmente hasta la última gota de su sangre.
Sólo puedo creer en AQUEL que me dio todo y predicó sólo la Verdad, manifestada en sus obras y su vida. Y en el que se cumplió toda promesa hasta la Resurrección Gloriosa tal y como había sido profetizada. Hoy mismo, en la lectura de Jeremías, centenares de siglos antes, se profetiza su nacimiento, y se cumple en Belén ciento de siglos después. No hay nada que se pueda objetar. Por eso, porque ahí está la felicidad que buscamos, y porque sólo ÉL tiene Palabra de vida eterna, yo soy creyente católico.
Sólo una cosa, qué todo lo que está pasando, arriba comentado, son consecuencias de la indiferencia de no abrirle las puertas para que ese niño que, muy pronto celebraremos su nacimiento y no otras fiestas, nazca en nuestro corazón.