François Fillon, primer ministro francés |
Si, en buena lógica, podemos solicitar y reclamar que se nos repete y se nos permita recordar y celebrar nuestra cultura y costumbres, pero sin invadir el terreno invadido, porque les pertenece a ellos y allí han vivido sus antepasados dejando sus esfuerzos y su cultura para que sus hijos vivan en paz de acuerdo con sus tradiciones y fe.
Se puede compartir, se puede vivir en comunidad, es más, estamos llamados a eso, pero debemos aceptar las normas de la nueva casa, del nuevo país, del territorio que nos acoge y nos de la bienvenida sin exigencias ni reclamaciones. Puedes vivir y creer en tus creencias; puedes celebrar, reunirte con los tuyos y rememorar tu fe y tus costumbres, pero no quieras implantar un nuevo país donde ya hay uno que te ha abierto las puertas para que te integres y vivas en paz.
Puedes entenderlo o no, pero razonablemente no tienes razón, y si no estás de acuerdo debes buscar en otro sitio, o volver a tuyo propio a defender tus derechos y a vivir allí con los de tu propia lengua tu fe, tu cultura y normas.
No se puede invadir un terreno para luego hacerlo tuyo y dividirlo de forma multicultural que nadie se entienda, que los colegios se vean superados por los problemas de cada procedencia o país, o reclamar el derecho a implantar en tu calle o barrio o zona un pedazo de tu país. Porque estás destruyendo otro, otro que te ha acogido y te ha dado el pan y la paz que has venido buscando. Y que como tú, tiene derecho a vivir según sus normas, fe y costumbres.
Creo que eso es lo que defiende y manifiesta el ministro francés, y al que me adhiero en su contenido y forma. Mi casa abre las puertas, pero mi casa reclama respeto y paz, igual que te respeta y te deja libremente vivir tu fe, pero los servicio de esa casa y las normas, ya establecidos a través de su historia (lengua, cultura, leyes, educación...) son para todos y, dentro de lo razonable y lógico, deben ser aceptadas y respetadas tal cual están establecidos.
El primer ministro francès, François Fillon, dijo la semana pasada:
"Los inmigrantes no franceses deben adaptarse (...) estoy cansado de que esta nación se preocupe por saber si ofendemos a determinados individuos o a su cultura.
Nuestra cultura se ha desarrollado en luchas convertidas en victorias por millones de hombres y mujeres en busca de la libertad. Nuestra lengua oficial es el francés (...) En consecuencia, si ustedes desean formar parte de nuestra sociedad, ¡aprendan la lengua! La mayoría de los franceses creen en Dios.
No se trata de una obligación cristiana, de la influencia de la derecha ni de presión política, pero es un hecho, porque hombres y mujeres fundaron esta nación sobre principios cristianos, y esto se enseña oficialmente.
Es perfectamente adecuado difundirlo en los muros de nuestras escuelas... Si Dios les ofende, les sugiero que consideren otra parte del mundo como país de acogida, porque Dios forma parte de nuestra cultura.
Nosotros aceptamos sus creencias sin cuestionarlas. Lo único que les pedimos es que acepten las nuestras y que vivan en pacífica armonía con nosotros. Éste es nuestro país, nuestra tierra y nuestro estilo de vida. Y les ofrecemos la oportunidad de aprovechar todo ello. Pero si están cansados de nuestra bandera, de nuestro compromiso, de nuestras creencias cristianas o de nuestro estilo de vida, les recomiendo calurosamente que aprovechen otra gran libertad francesa: el derecho a marcharse. Si no son felices aquí, que se marchen. No les hemos obligado a venir. Han pedido estar aquí. Acepten, pues, el país que han elegido.