Está muy asimilado que ha llegado la hora del cambio. Muchos políticos han empleado esta frase para abanderar su campaña política, pero detrás de esa simple frase llamativa y anhelada se esconde algo mucho más profundo y serio.
El cambio supone movimiento, adaptación, reto y compromiso. Porque no te sientas de otra forma sin, antes, adoptar una nueva postura, que te exige un nuevo esfuerzo que puede llegar a incomodarte y hasta dejarte peor. Los cambios deben ser objetos de seria y larga reflexión. Y ahora estamos a tiempo para enfrentarnos a ello con paciencia, fuera de toda influencia y con la cabeza bien puesta.
El panorama político ha cambiado. Las encuestas arrojan resultados sorprendentes y nuevos. Un partido, de los llamados tradicionales, parece fuertemente afectado y relegado a un tercer puesto. Y se respira, por el nuevo partido emergente, un optimismo triunfante que les lleva a proclamar que vencerán y hasta pueden llegar a ser el nuevo gobierno.
Y nada hay de malo en eso. Incluso, es hora de que esto cambie, y yo, creyente católico, hecho de menos que los católicos no emerjan para votar a un partido católico y, de la nada, como parece ahora resucitar "Podemos", emergen un partido con programa católico que respete los derechos humanos, la educación y la libertad religiosa. Y mucha cosas más.
Sin embargo, llamo la atención sobre el voto alocado, eufórico, triunfalista y poco meditado. Antes de votar debemos reflexionar sobre el ideario político, no de lo que dicen los representantes de los partidos, sino de sus miembros. Las personas son las que forman los partidos, y los partidos harán lo que sus dirigentes, los que lo lideran creen, son y viven. No debemos detenernos en lo que prometen y dicen, sino en lo que ellos han defendido y han vivido, quizás escondiéndolo ahora para evitar obstáculos que le puedan impedir llegar al poder.
Conviene analizar el perfil de todos los dirigentes políticos, porque así, hasta ahora, hay muchos que han robado, han engañado y han buscado, prometiendo falsas propuestas, sus intereses y egoísmos. Y debemos evitar, en la medida que podamos, que nos traicionen, y lo que es blanco ahora, después, para ellos, sea negro. Y con el poder en la mano nos pueden dar muchas sorpresas.
Miremos a nuestro derredor y observemos en tono reflexivo los cambios ocurrido en nuestros vecinos y amigos del otro lado, y analicemos sus cambios, sus formas de gobierno, sus políticas aplicadas y sus coherencias de lo que dicen y lo que hacen. Y luego, observado y analizado todo con paciencia, dejemos nuestro voto en la urna asumiendo que las consecuencias de lo que ocurra han sido elegidas por mí.
Eso supongo que se llama voto responsable, y después sólo me queda aceptar que he acertado, o, por el contrario, lamentar que me han vuelto a engañar. ¡Pero cuidado!, la equivocación puede ser muy difícil de corregirla y su precio muy elevado.
Así que lo mejor es tomárselo con mucha calma y paciencia e informarse, asesorarse y analizar las cosas muy bien, para luego evitar desengaños fuertes y duros. Hay todavía tiempo. Aprovechémolos.