Es posible que niegues
muchas cosas pero ¿niegas la historia del siglo I o IV? O, ¿niegas lo que no
concuerda con tu forma de pensar o ver? Luego, ¿en qué crees? ¿De quién te fías?
Dices que no crees
en Jesús de Nazaret y niegas la historia – los Evangelios – que se han escrito
de su vida, de su Palabra y de sus obras. ¿Y crees en otras historias? Bien, es
verdad que esta historia de Jesús te compromete y te implica a ti directamente,
pero también te ofrece lo que ninguna otra te ofrece. Porque, mientras las
otras hablan de lo que ha ocurrido en el mundo, ésta, la de Jesús, habla de tu
propia salvación, de tu resurrección y de tu felicidad eterna. Claro, de no
hacerle caso tu vida puede perderse, no para la eternidad pero sí para rechinar
de dientes y sufrimientos eternamente.
Claro, estas en tu
derecho y puedes negarlo y rechazarlo. Eres libres y se te ha dado poder para
eso, pero, quieras o no llegará el momento con tu muerte para dejar este mundo
y entrar en el otro. Luego, allí ya no hay vuelta atrás, lo que hayas creído y
vivido aquí tendrá su recompensa o castigo allí.
Necesitas creer y
de hecho estás las veinticuatro horas del día fiándote. Incluso hasta mientras duerme
te fías de quienes vigilian tu sueño. No tienes, por tanto, razones para negar
lo que hizo Jesús ni tampoco argumentos para negar su Resurrección. Te será
difícil comprender su Poder y Resurrección pero los hechos lo avalan y, sobre
todo, los testigos que han dejado su experiencia y testimonio en los
Evangelios.
¿Acaso los
historiadores de todos los tiempos tienen más fundamentos y razones para dar veracidad
sobre lo que escriben? ¿No son testigos directos y presenciales los apóstoles y
discípulos de todo lo que hizo Jesús y de su Resurrección? Incluso, ¿no han
dado sus vidas por defender y anunciar esa verdad? ¿Y tú, sin ninguna razón te
pones a negarla?
Mira, podrás decir
y alegar todo lo que quiera pero lo que sucede es que esa Verdad que nos
transmite y revela la Vida de Jesús nos compromete y nos invita, si quieres
encontrar eso que buscas, la felicidad, a creer en Él y a convertirnos. Y eso exige
esfuerzo, renuncias y sacrificio. Ante este reto nos apetece buscas salidas y
huir. La mejor manera de hacerlo es resistiéndonos a creer y a autoengañarnos
con mecanismos de defensa que tergiversa la realidad.
De cualquier manera el momento nos llegará y todo se verá claramente. Una buena razón es que aquellos que hayan intentado tomar ese camino de puerta estrecha no habrán perdido el tiempo, porque, aunque se presenta incómodo y duro, detrás de él está el gozo y la felicidad. Porque, solo tras el amor se esconde la felicidad.