Así ocurre siempre, porque la luz (verdad) no puede ni es para mantenerse debajo de la mesa, sino para alumbrar el camino que los hombres deben y quieren seguir. Y digo, quieren porque toda persona se precia de ser persona cuando busca el bien y la verdad. Porque sólo en la verdad está contenido el bien, la justicia y la paz. Y es eso lo que precisamente hace libre al hombre.
Por lo tanto, la persona es libre cuando es capaz de vivir en verdad, justicia y paz. Por todo ello, es una alegría la noticia del final del Régimen de Gadafi y lo importante de evitar más muerte. Todo poder por encima de la libertad, de la justicia y de la verdad deja de ser poder y se convierte en dictadura, imposición y sometimiento. El poder verdadero nace de la autoridad de aquél que propone la verdad, la justicia y la paz en libertad. Sólo así los hombres y mujeres pueden establecer una convivencia regulada en el amor que une y no desune.
Con la esperanza de que cada vez haya más pueblos unidos en la convivencia de la libertad en la verdad, justicia y paz, comparto esta reflexión y suplico que todos los que creemos en un mundo apoyado en el amor verdadero nos unamos en oración junto a Aquél que ha dado la vida por cada uno de nosotros por Amor: JESÚS de Nazaret.