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La Tierra ha entrado en una crisis del crédito ecológico. |
Porque la palabra crisis significa momento decisivo y grave en un asunto. Referido al equilibrio ecológico del planeta tierra pasamos por momentos decisivos que afectan a todos lo seres que viven en ella. El hombre es posiblemente el más notable e importante.
El Creador lo puso como administrador de todos los recursos del planeta con la misión de coordinar y de distribuir todos sus bienes entre los seres que la habitan. Guardar, pues, el equilibrio, la armonía y el sostén de la misma es la misión que al hombre fue encomendada.
¿Y qué está ocurriendo? ¿Está el hombre respondiendo a esa misión, o, por el contrario se degrada cada día más el equilibrio del planeta tierra? Dejo a continuación una reflexión que puede ayudarnos a situarnos ante esta gran responsabilidad que cae sobre el hombre.
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todosayudan.com
- «Río+20» es el nombre abreviado de la Conferencia de las Naciones Unidas ...
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Insuficiencias conceptuales de la Río+20
Decir
que la Río+20 fue un éxito no corresponde a la realidad, pues no se
llegó a ninguna medida vinculante, ni se crearon fondos para la
erradicación de la pobreza ni mecanismos para el control del
calentamiento global. No se tomaron decisiones para hacer efectivo el
propósito de la Conferencia que era crear las condiciones para el
«futuro que queremos». En la lógica de los gobiernos está no admitir
fracasos, pero no por eso dejan de serlo. Dada la degradación general de
todos los servicios ecosistémicos, no progresar significa retroceder.
En
el fondo se afirma: si la crisis se encuentra en el crecimiento,
entonces la solución se obtiene con más crecimiento todavía. Esto
concretamente significa más uso de los bienes y servicios de la
naturaleza, lo que acelera su agotamiento, y más presión sobre los
ecosistemas, ya en sus límites. Datos de los propios organismos de la
ONU informan que desde la Río 92 ha habido una pérdida del 12% de la
biodiversidad, 3 millones de metros cuadrados de bosques y selvas fueron
derribados, se emitió un 40% más de gases de efecto invernadero y cerca
de la mitad de las reservas mundiales de pesca han sido agotadas.
Lo
que sorprende es que ni el documento final ni el borrador muestren
ningún sentido de autocrítica. No se preguntan por qué hemos llegado a
la situación actual, ni perciben, claramente, el carácter sistémico de
la crisis. Aquí reside la debilidad teórica y la insuficiencia
conceptual de éste y, en general, de otros documentos oficiales de la
ONU. Enumeremos algunos puntos críticos.
Los que deciden continúan dentro del viejo software cultural
y social que coloca al ser humano en una posición adánica, sobre la
naturaleza, como su dominador y explotador, razón fundamental de la
actual crisis ecológica. No entienden al ser humano como parte de la
naturaleza y responsable por el destino común. No han incorporado la
visión de la nueva cosmología que ve la Tierra como viva y al ser humano
como la porción consciente e inteligente de la propia Tierra, con la
misión de cuidar de ella y garantizarle sostenibilidad. La Tierra es
vista tan solo como un depósito de recursos, sin inteligencia ni
propósito.
Acogieron
la «gran transformación» (Polanyi) al anular la ética, marginalizar la
política e instaurar como único eje estructurador de toda la sociedad la
economía. De una economía de mercado hemos pasado a una sociedad de
mercado, separando la economía real de la economía financiera
especulativa, ésta dirigiendo a aquella.
Confundieron
desarrollo con crecimiento, aquel como el conjunto de valores y
condiciones que permiten el la realización de la existencia humana, y
éste como mera producción de bienes a ser comercializados en el mercado y
consumidos. Entienden la sostenibilidad como la manera de garantizar la
continuidad y la reproducción de lo mismo, de las instituciones, de las
empresas y de otras instancias, sin cambiar su lógica interna y sin
cuestionar los impactos que causan sobre todos los servicios
ecosistémicos.
Son rehenes de una concepción antropocéntrica, según la
cual todos los demás seres solamente tienen sentido en la medida en que
se ordenan al ser humano, desconociendo la comunidad de vida, también
generada, como nosotros, por la Madre Tierra. Mantienen una relación
utilitarista con todos los seres, negándoles valor intrínseco y por eso
calidad de sujetos de respeto y de derechos, especialmente al planeta
Tierra.
Por
considerar todo bajo la óptica de lo económico que se rige por la
competición y no por la cooperación, abolieron la ética y la dimensión
espiritual en la reflexión sobre el estilo de vida, de producción y de
consumo de las sociedades. Sin ética ni espiritualidad, nos hicimos
bárbaros, insensibles a la pasión de millones y millones de hambrientos y
miserables. Por eso impera un individualismo radical; cada país busca
su bien particular por encima del bien común global, lo que impide, en
las Conferencias de la ONU, consensos y convergencias en la diversidad. Y
así, contentos y alienados, vamos al encuentro de un abismo, cavado por
nuestra falta de razón sensible, de sabiduría y de sentido
transcendente de la existencia.
Con
estas insuficiencias conceptuales, nunca saldremos bien de las crisis
que nos asolan. Este era el clamor de la Cúpula de los Pueblos que
presentaba alternativas de esperanza. En la peor de las hipótesis, la
Tierra podrá continuar, pero sin nosotros. Que no lo permita Dios,
porque es «el soberano amante de la vida», como afirman las Escrituras
judeocristianas