No es fácil. Cada cual lo puede saber por su propia experiencia. Caminar en este mundo renunciando al mundo es algo así como el momento que los salmones nadan río arriba contra corriente para regresar al lugar de su nacimiento. También nosotros, caminamos renunciando a nuestras apetencias, pasiones y egoísmos que desequilibran nuestra vida y nos seducen para desviarnos del camino recto y de la verdad.
Pero, podemos decir que tampoco es difícil e imposible. Tenemos un Defensor que nos auxilia y nos protege. Y nos enseña a sortear todos esos peligros que nos amenazan. En Él encontramos valentía, sabiduría, consejo, ciencia, entendimiento, piedad, fortaleza y santo temor de Dios. Con Él nos hacemos fuertes aún siendo débiles, y, a pesar de nuestra debilidades podemos ser sal y luz para que otros, animados por nuestro testimonio se animen a recorrerlo también.
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