Hace gracia observar la respuesta de los señores de izquierda, portadores de la justicia y los derechos de los ciudadanos; defensores de la ley y del orden y de dar a cada uno lo que le corresponde. Digamos que ese es el eslogan que venden, pero no la realidad. Están retratado con pelos y señales en el Evangelio, antes mucho de que se conociera esas siglas de izquierda, de Mateo 23, 23-26, donde se les descubre claramente también hoy. Son inconfundibles y así se descubren.
Protestan y protestan las injusticias de los de derecha, y con razón, porque también las han cometido y las cometen, pero, subidos ellos al poder hacen lo mismo y más. Emplean la misma dictadura y con más rigor. Y dirigen sus miradas, sobre todo, a la Iglesia, que es la que le molesta. ¿Por qué ocurre esto? ¿Acaso no es la Iglesia la que está al lado de los pobres y a través de Cáritas los socorre? ¿Son ellos los que están atendiendo a mucho indigentes y marginados que andan por la calle? ¿A dónde van a comer la gente de la izquierdas, los pobres y los que se han quedado sin nada, sean de derecha o izquierda? ¿Qué hacen ellos con los desahuciados?
Luego, ¿por qué tanto perseguir a la Iglesia? Esto ya sucedió en la república y vuelve a suceder ahora. Tienen miedo a la Iglesia y quieren intentar enterrarla para que no les prohiba hacer lo que tienen entre ceja y ceja, imponer sus principios, sus criterios, sus ideas, que no son otras que manejar y dirigir. Son, diría, dictadores por naturaleza e ideología. Vamos camino de convertirnos, si las urnas no dan un vuelco, en compañeros de venezolanos, cubanos y otros.
¿Sus proyectos? Quita la religión de las escuelas; quitar la misa de los domingos en televisión. Les importa poco todas esas personas, pobres, enfermas o no, que ven la misa por televisión. Segundo, desaparecer toda reflexión sobre moral, buenas costumbres, justicia, fraternidad y amor desde la fe, sobre todo de la Iglesia. Y tercero, irse cargado todo aquello que hable de verdadera justicia, de misericordia y de fe. Los próximo seremos nosotros, nos cerraran los blogs católicos o nos impedirán proclamar nuestra fe, pero se darán cuenta que no podrán hacerlo, porque la fe va dentro de nosotros y se proclama con la vida. Quizás el testimonio más grande sea el entregarla.
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