domingo, 16 de diciembre de 2012

ISAÍAS YA LO DECÍA

Isaías 40, 1-11

Y es eso lo que me llama poderosamente la atención. Ya había reparado en esas curiosidades que se producen en lo ancho y largo de la historia de la salvación. Hay un camino de preparación que se va fraguando en el tiempo hasta la venida del Mesías. Él, luego, completará todo ese Mensaje que ha sido pensado y realizado para que se confirmara en, por y con Él.

Hoy, en la primera lectura, Isaías (40, 1-11) nos adelanta, no sé cuantos siglos antes, lo que va a suceder en su tiempo y a su hora. Nos habla de esa voz que gritará en el desierto a preparar el camino al Señor llamando a allanar los caminos, a que los valles se levanten y los montes y colinas se abajen...

Curiosamente son pocos los que caemos en estos hechos que prueban y afirman la historicidad y verdad del Plan de Dios. Porque, no sé cuantos siglos después, estas palabras de Isaías toman vida y movimiento y se oyen en el desierto. Un tal Juan Bautista, profetizado desde su nacimiento para este fin, da vida a lo profetizado por Isaías siglos antes. ¿Cómo es esto posible? ¿Simple coincidencia o casualidad?

Imposible de creerlo así, porque este es un pasaje de los muchos que profetizados en el Antiguo Testamento se concreta y toma vida en el Nuevo. El Plan de Dios sigue su camino y todo se va cumpliendo como está profetizado. Juan grita en el desierto y llama a la conversión. 

Todo se cumple en Jesús, y ese cumplimiento es la prueba de su Divinidad; la prueba de que todo está hecho para Él y en Él. Para que Él dé cumplimiento a la Voluntad del Padre hasta el punto de entregarse en una muerte de Cruz por amor a los hombres. No hay hilo suelto. Todo encaja desde la Creación, porque desde el principio Dios había pensado en la salvación del hombre en su Hijo Jesús.

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