Realmente es bella, pero sobre todo, doble bella porque es la oportunidad que tenemos para conocer a Dios en Jesucristo.Y vivir en Él en la asistencia del Espíritu Santo. ¡Y para Siempre! Tiene que ser la mayor aspiración del hombre, y si no lo saboreamos así, es porque todavía no hemos llegado a descubrirle plenamente.
Esa es la mejor de las bellezas, descubrir, día a día, la hermosura de caminar en Él hasta la Casa del Padre. En la alegría de la fortaleza; también en la debilidad de la pobreza; en la enfermedad, en la tristeza y la soledad, pero siempre en el consuelo de que terminado en camino, seremos eternamente dichosos en su presencia. ¡No es inmensamente bella la vida!
Esa es la mejor de las bellezas, descubrir, día a día, la hermosura de caminar en Él hasta la Casa del Padre. En la alegría de la fortaleza; también en la debilidad de la pobreza; en la enfermedad, en la tristeza y la soledad, pero siempre en el consuelo de que terminado en camino, seremos eternamente dichosos en su presencia. ¡No es inmensamente bella la vida!
Para un creyente, la vida no tiene momentos, sino que la vida misma es el momento. Y mientras se vive, ya sea en la salud o la enfermedad, vives el momento de aceptar tu propia cruz y compartirla con Jesús de Nazaret. Eso, no solo da sentido a tu vida, sino que la fortalece y la hace hermosa y la llena de gozo. Un gozo que se derrama por dentro y te llena de esperanza.
Porque en definitiva, lo que importa es darte, ofrecerte, entregarte en el servicio por el bien de los demás, y por amor a Jesús. Tal y como Él hizo y hace en cada instante, con cada uno de nosotros. ¡Realmente, es hermosa la vida y vale la pena vivirla!
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